
Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes
George Bernard Shaw
Shaw publicó esta obra por primera vez en 1928, un año antes de la gran crisis económica que asoló a los países occidentales. Tenía entonces setenta y dos años, y décadas de actividad política a sus espaldas.
De modo que, como afirma Margaret Walters en su introducción, el lector tiene en sus manos «uno de los manifiestos socialistas más clásicos, tan certero hoy como cuando fue escrito». Shaw ofreció en este texto una explicación accesible y lúcida del socialismo y del capitalismo. Y sin duda la reciente crisis económica que ha conmocionado al mundo atestigua la vigencia de unas ideas que no pueden dejar indiferente a ningún lector preocupado por la justicia social.
INTRODUCCIÓN
por Margaret Walters
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El mejor lugar para empezar a leer el Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes es el final. La peroración de Shaw es una de las declaraciones clásicas del credo socialista, tan válida hoy como cuando fue escrita. Renunciando a su tono educado y lógico, Shaw usa todos los recursos a su disposición. Es un ejercicio concienzudo y muy bien razonado y una expresión poderosa —y reveladora— del odio a la desigualdad que es la fuerza motora que hay detrás de este libro y del compromiso de toda una vida con el socialismo. Para Shaw, la desigualdad económica es como el pecado original: envenena y distorsiona todos los aspectos de nuestra vida. La ley, la medicina, la educación, la Iglesia, el Parlamento, la totalidad de nuestras instituciones, se ha visto «corrompida en la base por intereses pecuniarios». La propiedad privada es una forma de rapiña: rapiña con violencia. Porque una economía capitalista nunca puede funcionar sin complicaciones:
[…] los aprovechamientos, los destrozos, los paros y las explosiones nunca cesan. Varían de magnitud: desde el aplastamiento de un trabajador ferroviario en una vía muerta hasta una guerra mundial […] desde una pelea por un penique en una vivienda de una sola estancia a un pleito que dura veinte años y reduce a todas las partes a la miseria (p. 708).
Las relaciones entre los sexos están pervertidas por el dinero y los afectos familiares no pueden prosperar cuando «toda la clase acaudalada espera siempre la herencia de sus muertos…». La amistad, la amabilidad, el idealismo, la honestidad profesional y los intentos bien intencionados de reforma política son intentos inútiles frente a la burda desigualdad de nuestro sistema económico.