
Ficha técnica
Título: Las rosas de piedra | Autor: Julio Llamazares | Editorial: Alfaguara |Colección: Fuera de Colección | Páginas: 592 | Fecha de publicación: 21 de Mayo de 2008 | Género: Miscelánea Literaria | Precio: 24.50 € | ISBN: 978-84-204-7382-6 | EAN:9788420473826
Las rosas de piedra
Julio Llamazares
Un inolvidable viaje por España a través de sus catedrales.
«Éste es un viaje en el tiempo y en la geografía. En el tiempo, hacia la época en la que se construyeron esos maravillosos edificios que conocemos como catedrales; y, en la geografía, a través de un país que es un mosaico de regiones tan diferentes como sus paisajes. Lo emprendí cuando empezaba el tercer milenio y lo acabaré algún día, después de haber recorrido todas las catedrales de ese país.
La razón de que haya elegido las catedrales para este viaje es muy transparente: la atracción que me han producido siempre esos fantásticos edificios que constituyen las cajas negras de nuestra historia. Conocerlas de verdad y no de paso, vivir dentro de ellas un día para sentir toda su belleza, al tiempo que se descubren sus secretos y leyendas, es lo que he hecho desde hace años para contárselo a mis lectores.
A deshojarlas como si fueran rosas de piedra, enormes rosas arquitectónicas surgidas hace cientos de años, he dedicado este libro. Y todo ello sin otra voluntad que la viajera y sin otra intención que la literaria. Esa que sigue la estela de los antiguos viajeros, aquellos que iban buscando la magia que el mundo ofrece a los que lo andan.»
Julio Llamazares
Preámbulo
Éste es un viaje en el tiempo y en la geografía. En el tiempo, hacia el pasado, hacia la época en la que se construyeron esos maravillosos edificios que han sobrevivido al tiempo como representaciones de la ciudad de Dios en la Tierra y que conocemos como catedrales, y, en la geografía, a través de un país que es un mosaico de regiones tan diferentes como sus paisajes.
Lo emprendí cuando empezaba el tercer milenio y lo acabaré algún día, espero, después de haber recorrido todas las catedrales de ese país. Setenta y cinco exactamente, sin contar las que lo fueron, pero dejaron de serlo en algún momento. Advierto a este respecto que en mi periplo he seguido la terminología eclesiástica, que es la que determina lo que es una catedral: la iglesia en la que tiene su cátedra el obispo. Así que he dejado fuera, además de a las catedrales que ya dejaron de serlo, salvo alguna, como la de Roda, en Huesca, por mi debilidad por ella, a las llamadas concatedrales, confuso término que define a las iglesias habilitadas como catedrales cuando el obispo vive fuera de la sede episcopal, cosa que sucede a veces cuando ésta no coincide con la ciudad más grande de la diócesis o no es la capital de la provincia (las de Vigo, Soria, Cáceres, Alicante o Castellón serían algunos de esos ejemplos). Del mismo modo que advierto, para que nadie malinterprete mis intenciones, que, cuando me refiero a España, lo hago como territorio, el que lleva ese nombre en la actualidad, sin entrar en la discusión política existente sobre su identidad, como tampoco entro en la de su actual división autonómica. De hecho, me guío por la división antigua, más coherente a mi parecer, que por la que está en vigor, demasiado artificial en muchos casos.
Por lo demás, no establezco ninguna teoría ni pretendo llegar a ninguna conclusión. Al revés, me limito, como hago siempre que viajo, a contar lo que he visto y me ha sucedido, sin pretender convertir mi viaje en una lección. Ni de historia, ni de arte, ni, mucho menos, de espiritualidad. Como ya he dicho más de una vez, el único sentido de los viajes es enfrentarse a otras realidades para confrontarlas luego con la que uno vive.
Qué es lo que me llevó a elegir esos edificios para este nuevo viaje literario -el cuarto de los que escribo y el más ambicioso, sin duda, de todos ellos- tampoco sabría decirlo. Intuyo que la atracción que siempre me han producido las catedrales desde que, cuando era niño, entré por primera vez en la de León y también, acaso, la preferencia que siento por esos mundos que han quedado a desmano de la historia o simplemente de la realidad. Y las catedrales, por más que algunos pretendan, no son ya más que espejismos, reliquias de un tiempo ido que quedó aprisionado en ellas.
A deshojarlas como si fueran rosas de piedra, enormes rosas arquitectónicas surgidas en nuestras ciudades hace ya cientos de años y hoy olvidadas por la mayoría, he dedicado este libro cuya primera parte adelanto ahora, mientras sigo recorriendo y mirando las restantes para deshojarlas en una segunda entrega. Y todo ello, ya digo, sin otra voluntad que la viajera y sin otra intención que la literaria. Esa que sigue la estela de los antiguos viajeros, aquellos que partían por partir, en palabras de Rimbaud, o que preferían un mal camino a una buena venta, en las de Cervantes. Los viajeros, en suma, que iban buscando la magia que el mundo ofrece a los que lo andan.
JULIO LLAMAZARES