
Ficha técnica
Título: La literatura como bluff | Autor: Julien Gracq | Traducción de María Teresa Gallego Urrutía | Postfacio cronología y bibliografía de Luis Prat Claros | Editorial: Nortesur | Colección y número: Mínima 3 Formato: 10 x 17 cm. | Encuadernación: rústica con solapas | ISBN: 978-84-936834-6-7 | Páginas: 96 | PVP: 9 €
La literatura como «bluff»
Julien Gracq
La literatura como bluff es un texto justamente célebre. Inmisericorde y vitriólico azote de filisteos y tartufos literarios, este panfleto denuncia la práctica que confunde la literatura con lo que la rodea. Libelo militante en desacuerdo con los premios literarios como institución; invectiva a la crítica intercesora de la opinión; dicterio contra la banalización mercantil de la literatura; y, finalmente, declaración de guerra santa al mal gusto literario. Gracq nos legó una valiente radiografía, un polémico diagnóstico de los males que aquejaban, entonces como ahora, a la «república de las letras». Por supuesto, estamos ante un ajuste de cuentas, pero también ante una declaración de principios estéticos sin retorno. Aunque eso sí, todo por escrito.
La literatura como «bluff»
Francia, que desconfió durante tanto tiempo de los billetes de banco, es en literatura el país dilecto de los valores fiduciarios. Los franceses, a quienes les cuesta muchísimo imaginarse a sus líderes políticos como no sea con la forma de la hilera de cabezas de un pimpampum, creen a pies juntillas, fiándose de palabras de honor, en sus grandes escritores. Los han leído poco. Pero les dijeron que eran grandes, se lo enseñaron en la escuela: y decidieron sin más apelación ir a saciar a otra parte sus curiosidades insidiosas. Leen poco, aunque saben que la esencia de su país reside en ser grande por obra y gracia de las creaciones del intelecto. Saben que siempre hubo en ese país grandes escritores, tal y como supieron hasta 1940 que el ejército francés era invencible. Pero, al mismo tiempo, igual que una recóndita sabiduría les decía que a los ejércitos no les sienta nada bien salir con excesiva frecuencia de los cuarteles, empiezan ahora a sospechar que esta cosecha anual de «grandes escritores» que dan por sabida es uno de esos actos mágicos que suceden n algún sitio y en condiciones poco conocidas, y que nada salen ganando con comprobaciones en exceso frecuentes siempre y cuando no estemos en época de cartillas de racionamiento. Todos sabemos cómo es el fino velo de gasa cuyas brumas, como por casualidad, empiezan a extenderse por las lindes más próximas a esos horizontes de donde suponemos remotamente que no sería imposible que nos llegasen «cosas desagradables».