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Ficha técnica

Título: La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico | Autores: Jean Serroy y Gilles Lipovetsky | Traducción: Antonio-Prometeo Moya 978-84-339-6375-| Editorial: Anagrama (Colección: Argumentos   | Páginas: 416 | ISBN: 978-84-339-7912-4 | Precio: 23,90 euros | Ebook

La estetización del mundo

ANAGRAMA

La estetización del mundo de Lipovetsky y Serroy no es una obra de sociología corriente. Al igual que en La felicidad paradójica y en La pantalla global, volvemos a encontrarnos no con un ensayo parcial que aborda aspectos puntuales de la sociedad contemporánea, sino con una obra general, de gran aliento, con un fuerte contenido teórico, que viene a resumir las propuestas de obras anteriores, sin olvidar la tesis central del sociólogo parisino: la economía ya no se rige por el oportunismo de la oferta y la demanda, sino por una lógica basada en la dinámica de la moda: producción de mercancías crecientemente diferenciadas y renovadas y búsqueda de una parcelación del consumo que incremente los beneficios y las satisfacciones. En cierto modo es el fin que buscaba Piero Sraffa, el gran estudioso de David Ricardo: la producción de mercancías por medio de mercancías. La producción ya no impone, ensaya; la distribución no vende, seduce; y el consumo supera el estadio de la necesidad para conquistar el reino de la libertad. Los autores repasan multitud de procesos y aspectos: la evolución del comercio-espectáculo, la revolución del diseño, la fusión de arte y economía, el look, el empaquetado, el turismo cultural, lo kitsch, la dictadura de la belleza, los reality shows, los tatuajes, los ricos y famosos, el cine, la música portátil, la comida basura, Internet, las redes sociales. Ni que decir tiene que Lipovetsky y Serroy describen un estado ideal de cosas que en teoría reflejaría el funcionamiento perfecto de la democracia liberal. Saben que el capitalismo produce injusticias, diferencias económicas crecientes, y toneladas de basura y fealdad, pero no describen el peor aspecto del capitalismo, sino la mejor cara que podría tener. No todas las democracias son iguales. Sin perder de vista estas premisas, La estetización del mundo es un auténtico tratado de ética de la producción y el consumo que se convierte en ética estética precisamente porque los dos procesos tienden al mismo fin: la reproducción del mundo a la medida de nuestros deseos: es la felicidad paradójica del mejor de los mundos que puede ofrecer el capitalismo global que nos invade.

«Un ensayo brillante que detalla la historia de la democratización de los valores estéticos hasta nuestra época «hipermoderna»» (Alain-Gérard Slama, Le Figaro).

«Su mayor mérito es hacernos comprender que el cálculo económico y la estetización general, lejos de contradecirse, hacen buenas migas. Y tienen además la inteligencia de no demonizar el hiperconsumo en nombre de la utilidad, de la seriedad, de una utopía austera e inflexible» (Le Monde).

INTRODUCCIÓN

       Por decirlo suavemente, el capitalismo no tiene buena imagen. Si se hiciera una lista con los términos y juicios que se atribuyen con más frecuencia al liberalismo económico, tanto en la opinión pública como entre numerosos intelectuales, no cabría duda de que los cargados con valores negativos superarían a los más positivos. Esto era verdad ayer, lo es todavía hoy, aunque las diatribas del anticapitalismo revolucionario hayan perdido su antigua credibilidad. Capacitado para aumentar las riquezas, para producir y difundir en abundancia bienes de todas clases, el capitalismo sólo ha conseguido generar crisis económicas y sociales profundas, aumentando las desigualdades, provocando grandes catástrofes ecológicas, reduciendo la protección social, aniquilando las capacidades intelectuales y morales, afectivas y estéticas de los individuos. Al no hacer suyos más que la rentabilidad y el reino del dinero, el capitalismo aparece como una apisonadora que no respeta ninguna tradición, no honra ningún principio superior, ni ético, ni cultural, ni ecológico. Al ser un sistema dominado por un ánimo de lucro sin otro fin que él mismo, la economía liberal ofrece un aspecto nihilista cuyas consecuencias no son únicamente el paro y la precarización del trabajo, las desigualdades sociales y los dramas humanos, sino también la desaparición de las formas armónicas de vida, la evaporación del encanto y del gusto de la vida en sociedad: un proceso que Bertrand de Jouvenel llamaba «pérdida de amabilidad». Riqueza del mundo, empobrecimiento de la vida; triunfo del capital, liquidación del saber vivir; imperio de las finanzas, «proletarización» de los estilos de vida.

      El capitalismo aparece así como un sistema incompatible con una vida estética digna de este nombre, con la armonía, la belleza, la satisfacción. La economía liberal destruye los elementos poéticos de la vida social; produce en todo el planeta los mismos paisajes urbanos fríos, monótonos y sin alma, impone en todas partes las mismas libertades de comercio, homogeneizando los modelos de los centros comerciales, urbanizaciones, cadenas hoteleras, redes viarias, barrios residenciales, balnearios, aeropuertos: de este a oeste, de norte a sur, se tiene la sensación de que estar aquí es como estar en cualquier otra parte. La industria crea baratijas kitsch y no cesa de lanzar productos desechables, intercambiables, insignificantes; la publicidad «contamina visualmente» los espacios públicos; los medios venden programas dominados por la idiotez, la vulgaridad, el sexo, la violencia o, por decirlo de otro modo, «tiempo de cerebro humano disponible».

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