
Ficha técnica
Título: Tierras de ningún lugar. Utopía y cine | Autor: Antonio Santos | Editorial: Cátedra | Colección: Signo e imagen | Páginas: 448 | Código: 191174 | ISBN: 978-84-376-3698-6 | Fecha: mayo 2017 | Precio: 20 euros |
Tierras de ningún lugar
La presente obra se interroga sobre el fenómeno utópico y sobre la estela que ha dejado en el cine. Acuñado por Tomás Moro en 1516, el término «utopía» ha inspirado el arte, la literatura y la música occidentales de todo tiempo y lugar. El ensueño de la sociedad perfecta ha generado una poderosa fascinación sobre el imaginario colectivo, y esto justifica el interés que el cine ha mostrado por estos paisajes imaginarios, tanto en su vertiente positiva como en la negativa. A través de sus representaciones cinematográficas, este trabajo define el concepto de utopía y reconoce sus fronteras. Desde la República platónica hasta el Walden Dos de Skinner, y desde Shangri-La hasta Tomorrowland, el estudio aborda una completa historia de la utopía tal como ha sido modelada por el cine, pero asimismo traza una pequeña historia del cine a través de sus concepciones utópicas.
INTRODUCCIÓN
Cazadores de sueños
El cine siempre se ha interesado por lo irrepresentable (Serge Daney).
Puesto que sueña, el hombre es un ser utópico. La utopía es un mito ideal inherente a la condición humana; ha sido uno de los motores de la historia, y a ella debemos muchos de los logros que han conquistado las sociedades modernas cuyos artífices, a pesar de su natural imperfección, continúan soñando mundos mejores.
La utopía forma parte del imaginario colectivo de la humanidad. Y como tal, el cine no puede permanecer ajeno a sus atractivos, ni tampoco a sus riesgos y contradicciones. Con sus alforjas repletas de grandezas y de miserias, la utopía se descubre como una ficción a menudo bipolar; un anhelo irreprimible que no disimula sus peligros. Un sueño que brota con el hombre, y del que no podremos prescindir sin renunciar definitivamente a nuestra condición humana.
No hay movimiento social que no contenga un ingrediente utópico, consideraba Emil Cioran. «Incluso respirar sería un suplicio sin el recuerdo o el presentimiento del paraíso, objeto supremo -y, sin embargo, inconsciente- de nuestros deseos, esencia informulada de nuestra memoria y de nuestra espera»2. La utopía, que brota en el curso de dicha espera, es un ideal ubicuo, patrimonio de todas las culturas y de todos los tiempos. Y el cine, como medio artístico de nuestros días, es vehículo idóneo para dar forma a las utopías, tanto en su vertiente positiva como en la negativa. En el presente volumen nos centraremos, fundamentalmente, en las primeras. Las distopías, o utopías negativas, serán objeto de atención en un futuro trabajo. Aquí, y a lo largo de las siguientes páginas, nos interrogaremos sobre el fenómeno utópico y sobre la estela que ha dejado en las artes, en particular sobre la Séptima de todas ellas: el Cine, el Arte Total. El arte que modela y da forma a los sueños.
Acuñado por Tomás Moro en 1516, el término utopía concibe formas de gobierno encaminadas a conseguir la felicidad de todos los ciudadanos: un ideal que ha seducido y acompañado al hombre desde los orígenes de la civilización hasta nuestros días. En efecto, el pensamiento utópico ha inspirado el arte, la literatura y la música occidentales de todo tiempo y lugar.