
Ficha técnica
Título: Regreso a Berlín | Autora: Verna B. Carleton | Editoriales: Errata Naturae y Periférica | Formato: 14 x 21,5 | Páginas: 408 | Fecha: mar/2017 | ISBN: 978-84-16544-32-5 | Precio: 21,50 euros
Regreso a Berlin
Verna B. Carleton
Como las viejas y buenas historias, esta fascinante novela comienza en un buque repleto de pasajeros muy distintos entre sí. Tras un largo viaje por el Caribe, lleno de conversaciones y complicidades, el londinense Eric Devon, su esposa Nora y una lúcida periodista estadounidense deciden viajar a un Berlín que se recupera de los desastres de la última guerra y de los perversos efectos del nazismo. Vacilante y presa de los fantasmas de otro tiempo, Eric, por fin, se enfrentará allí a su pasado, oculto durante décadas.
He aquí una magnífica historia entre el «año cero» (recordemos la famosa película de Rossellini Alemania, año cero) y el llamado «milagro económico». En una ciudad devastada por la guerra, pero llena de vida, a nuestros protagonistas les espera aquello que, quizá demasiado sencillamente, llamamos una gran sorpresa. Nada es lo que parecía ser: Eric irá asistiendo, página a página, capítulo a capítulo, a una serie de revelaciones que lo harán cambiar para siempre.
Este impresionante viaje en el tiempo ofrece una inédita y refrescante visión del Berlín de finales de los años cincuenta. Tan poderosa y seductora que transforma nuestra propia perspectiva de esa parte de la historia, entre los escombros y la reconstrucción, con sus alegrías y su oportunismo, con sus miserias y sus remordimientos. Y lo hace de un modo muy refrescante y más allá de cualquier cliché.
Regreso a Berlín podría ser una historia de Somerset Maugham, pero no lo es. O de Graham Greene, pero tampoco… Eso sí, tiene todo lo que nos gusta de estos dos escritores (la potencia narrativa, el misterio, el perfecto análisis de los personajes, las disquisiciones morales) y también la sutileza y la inteligencia femeninas de Verna B. Carleton, uno de los grandes nombres secretos de la literatura de su época.
Reseñas:
«Con gran dominio, Verna B. Carleton nos conduce a través de complejas relaciones familiares, concede a sus personajes la posibilidad del cambio y los dota -sobre todo a las mujeres- de inteligencia y coraje. De este modo, consigue un espectacular retrato de toda una generación en un país destrozado por la guerra. Un país que debe, laboriosamente, reconstruirse, reinventarse y ajustar sus cuentas con la culpa». Christiane Schwalbe, neue-buchtipps.de
«Verna B. Carleton apuesta por la potencia del diálogo, por la consistencia psicológica de los personajes y por una fascinante estructura de la trama… Una lectura apasionante». Christiane Florin, Deutschland Funk
«Una obra de tal humanidad que no podemos dejar de asombrarnos una y otra vez… Un hallazgo fascinante». Tanya Lieske, WDR
PRIMERA PARTE
¿Nadie va a Alemania?
Uno
Nos hallábamos a sólo unas cuantas horas de Fort Lauderdale, Florida, perdidos en el doloroso fulgor del sol implacable, sobre un ofuscado mar tropical, cuando conocí a los Devon.
El Caribe, un viejo barco italiano (de un blanco sucio) que cubría la ruta Southampton-Génova-Venezuela, era el tipo de nave en la que uno embarca no por propia decisión, sino por necesidad acuciante. Quería pasar el verano en Europa, y el único pasaje disponible a última hora (la arrebatada furia turística de julio de 1956) se encontraba a bordo de aquel vapor voluminoso pero aún testarudo. Para cuando yo embarqué, sin embargo, el Caribe llevaba días enteros errando por el suave mar que le daba nombre, recogiendo pasajeros holandeses en Curazao, británicos en Jamaica y sudamericanos y españoles en La Guaira, junto con una surtida variedad de otras nacionalidades, gracias a las cuales se formaba un coro tan desconcertante de lenguas que nuestro comedor parecía una asamblea de las Naciones Unidas durante una crisis particularmente turbulenta.
En contraste con la multitud colorida y palpitante, aquella silenciosa pareja británica daba la impresión de estar completamente perdida, fuera de lugar. Me los encontré acurrucados el uno contra el otro en un banco de la cubierta superior, mirando desconsolados hacia la minúscula piscina, que a aquella hora era un hervidero de niños que chillaban y se arracimaban allí como abejas de vuelta a la colmena. Cuando me acerqué, ambos levantaron la vista con rapidez, como si saludasen cualquier interrupción con cierto alivio.