
Ficha técnica
Título: Cuadernos negros. 1931-1938 | Autor: Martin Heidegger | Traducción: Alberto Ciria | Editorial: Trotta | Páginas: 424 | ISBN: 978-84-9879-603-2 | Dimensiones: 14 x 23 cm | Encuadernación: Rústica | Precio: 25,00 euros
Cuadernos negros
Martin Heidegger
Los conocidos como Cuadernos negros son una especie de diario filosófico que contiene las anotaciones que Martin Heidegger fue haciendo en paralelo a su magisterio académico y a sus obras publicadas. En estas notas se enlazan las reflexiones más estrictamente teóricas con referencias a la situación personal y profesional del filósofo y a acontecimientos tanto históricos como del día a día.
Pocas publicaciones filosóficas han suscitado en los últimos tiempos tanta expectación, interés y controversia como estos textos privados de Martin Heidegger. Él mismo había contribuido anticipadamente a su notoriedad al designarlos como la «coronación» de sus obras completas e indicar que debían ser los últimos en ver la luz.
Pero, sobre todo, se esperaba que la edición de estos Cuadernos negros aportara las pruebas irrefutables del antisemitismo de Heidegger y de sus simpatías por el régimen nacionalsocialista. ¿Cómo es posible que quien probablemente fuera el pensador más importante del siglo XX empleara su genio especulativo en hacer una fundamentación ontológica del holocausto?
Esta primera entrega, que recoge los cuadernos de los años 1931 a 1938, constituye una fuente imprescindible para contextualizar y valorar la implicación de Heidegger en el nacionalsocialismo, que él concibe desde una metapolítica encuadrada en la historia del ser. Pero, además, ayuda a plantear la cuestión general de la relación entre las fuerzas históricas, la condición existencial del hombre como individuo y como comunidad, la filosofía y la política.
SEÑAS X REFLEXIONES (II)
E INDICACIONES
Octubre 1931
¿Qué debemos hacer?
¿Quiénes somos?
¿Por qué debemos ser?
¿Qué es lo ente?
¿Por qué sucede el ser?
Desde estas preguntas hacia delante en unidad: así es el filosofar.
1
Lo que alabamos como bendición se debe a lo que nos agobia como penuria.
Y a si la penuria nos oprime realmente, es decir, si nos presiona sacándonos de quedarnos mirando pasmados y comentando la situación.
La penuria suprema consiste en que tengamos que acabar volviéndonos la espalda a nosotros y a nuestra «situación» para… buscarnos realmente.
Fuera de los rodeos, que no hacen más que reconducirnos al mismo carril: meras vías de elusión lejanas y evasivas de lo ineludible.
¡El hombre debe recobrarse a sí mismo!
¿Por qué? Porque, «siendo» él un «sí mismo», es sin embargo de tal modo que se pierde a sí mismo o nunca se cobra, si es que encima no va dando tumbos o se queda atrapado y cautivo en cualquier otro sitio. Todo este grandioso ser y poder ser apenas lo advertimos ya en raquíticas sombras que se nos que dan en la retina o en modelos resecos e incompresibles erigidos como «tipos».
¿Pero cómo llega el hombre hasta su sí mismo y se recobra?
¿Qué es lo que define su sí mismo y la mismidad de este?
¿Acaso esto no queda ya sujeto a una primera elección?
En función de lo que él no escoja, proporcionándose a cambio un sustituto, el hombre ve su sí mismo
1) por medio de la reflexión habitual;
2) mediante el diálogo con un «tú»;
3) meditando sobre la situación;
4) cayendo en una idolatría.