
Ficha técnica
Título: Blitz | Autor: David Trueba | Editorial: Anagrama | Colección: Narrativas Hispánicas | Páginas: 176 | ISBN: 978-84-339-9790-6 | Precio: 16,90 euros | Ebook: 10,99 euros
Blitz
David Trueba
Blitz podría ser una tragicomedia romántica. Pero como ese género no existe, estamos invitados a ignorar las etiquetas y centrarnos de manera apasionada en la peripecia de los personajes. En especial de Beto, un joven arquitecto paisajista que llega a las costas de Múnich en medio de un naufragio vital y sentimental. Invitado a participar en un concurso que podría solucionar sus perspectivas de futuro, ha llegado acompañado por su novia. Pero, casi al instante, su estancia en Alemania se convertirá en una comedia humana. Bajo el destello de un relámpago, que es exactamente lo que significa la palabra blitz, tendrá que afrontar un cambio de vida y de ideales.
Llena de emotivas instantáneas del amor perdido, bajo una escritura afilada por el sentido del humor, los personajes parecen deslizarse dentro de un reloj de arena. Porque será la reflexión sobre el discurrir del tiempo lo que conduzca al protagonista hacia una mujer de otra edad, Helga, en un encuentro intergeneracional que es el corazón del relato. Pegado a los pensamientos de Beto, el lector no dejará de preguntarse a cada momento por lo que le espera en la página siguiente. ¿Y ahora qué?
La respuesta se esconde en esta narración destilada, la esperada nueva novela de David Trueba tras Saber perder, que se alzó con el Premio de la Crítica en 2008.
ENERO
El mensaje decía:
«aún no le he dicho nada. me cuesta tanto. uff. tq ♥».
Pero el mensaje no era para mí. La vida cambia cuando los mensajes de amor no son para ti. Aquel mensaje de amor, que llegó como un relámpago, inesperado y eléctrico, cambió mi vida.
Yo estaba a pie de barra, rozaba con los dedos la bandeja de plástico verde donde se posaba el pedido a medida que lo embalsamaba en papel de plata un cocinero atareado. Noté el teléfono vibrar en el bolsillo. No tengo un sonido asignado para las llamadas o entradas de mensaje. Me molestan los timbres, esa irrupción tan poco elegante. Ni siquiera toco el timbre de las puertas. Si puedo, me limito a unos golpecitos en la madera. Con el móvil me basta la vibración. A veces sufro eso que llaman el síndrome del teléfono que vibra. La falsa impresión de que vibra en tu bolsillo y al sacarlo encuentras que no hay llamada ni mensaje, sólo una sugestión. Mi amigo Carlos dice que los móviles serán como el tabaco, sesenta años después de popularizados y extendidos por toda la población pasarán a estar perseguidos como una adicción dañina.
Dice que habrá muertos, juicios millonarios y clínicas de desintoxicación. Dice que afecta a los órganos vitales y que, si lo guardas en el bolsillo, cada vez que recibes una llamada los espermatozoides de tus genitales sufren algo parecido a un electrochoque. Por eso ahora nacen tantos niños hiperactivos, dice. Mi amigo Carlos hubiera dicho, de estar allí conmigo en ese momento, ¿lo ves?, ¿ves el daño que hacen los móviles? Porque la vibración era cierta y el mensaje me había llegado, aunque no fuera yo el destinatario. Lo enviaba Marta. Así que me volví para mirarla desde la barra hacia la mesa junto a la cristalera. La mesa en que nos acabábamos de instalar muy poco antes de que todo cambiara en mi vida.