
Ficha técnica
Título: El libro cerrado | Autor: Andrei Dmitriev | Editorial: Libros del subsuelo | Traducción: Marta Sánchez-Nieves Fernández | Páginas: 214 | Formato: 13,5 x 20,5 cm | Colección: Narrativa | ISBN: 978-84-939426-5-6 | Precio: 18 euros
El libro cerrado
Andrei Dmitriev
El capitán de un mercante ruso temporalmente inmovilizado en el puerto de Hamburgo empieza a escribir un libro en el que nada es invención, casi todo son suposiciones y todo es verdad. Partiendo de fragmentos de su propia vida, el capitán rememorará el destino de tres generaciones de hombres de su ciudad, desde antes de la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días.
V.V. es un profesor de geografía venerado por todos sus antiguos alumnos, aunque nadie sepa exactamente en qué consiste su método pedagógico, e impulsor del Museo de la Naturaleza de la Región, el orgullo de la ciudad. Su hijo Serafim, de una inteligencia excepcional, parece destinado a convertirse en una eminencia en el estudio de los cuerpos celestes, pero una angustia que lo lleva al borde del suicidio se lo impedirá. Un artículo que ha escrito en memoria de su padre le ocasionará todavía más problemas. Su hijo Iona, compañero de escuela del narrador y su rival para conseguir el amor de Marina, se lanzará al incipiente y difícil mundo de los negocios en Rusia.
En las vidas de estos tres hombres se reflejan los cambios de valores y de prioridades en una ciudad y en una época que, aunque se sitúan en Rusia, son extrapolables a otros países.
Con una prosa a veces amarga pero de un gran lirismo, Dmitriev ofrece casi sin pretenderlo una lección de historia que se lee con el corazón en un puño.
Considerado por la crítica rusa el escritor más sobresaliente posterior a la era de estancamiento de Leónidas Breznev, Dmitriev observa sin demasiado optimismo la «nueva Rusia» que se está construyendo.
Comienzo del libro
Pasada la medianoche camina por el bulevar Béla Kun. El hielo cruje, las farolas apenas dan luz. Está borracho. Anda levantando mucho las piernas largas, firmes, canta la marcha del regimiento Preobrazhenski y se siente bien. Tiene calor. Sin reducir su paso ceremonial, sin interrumpir su «ram-pam-pam» de bajo, se desabrocha y luego se abre el abrigo nuevecito, de ratina con piel de castor; después se lo quita y con un movimiento suave lo lanza a un lado, sobre la verja del parque Najímov, y sigue marchando en dirección al río y al otro lado del río, a su casa, a dormir… Y duerme, la noche se extiende y una sombra, que además desearía seguir siendo desconocida, llama a la ventana de su casa en un remoto barrio con frutales; Roza Rasúlovna se levanta y corre el pestillo; una mano desconocida le tiende desde las tinieblas el abrigo de castor, una voz cuidadosa sin dueño reconoce estar molestándola a una hora muy avanzada, y la sombra desaparece en los jardines espesos sepultados bajo la nieve.
¿Cuándo fue, en qué invierno?
En los cuarenta después de la guerra, en los cincuenta, a principios de los sesenta a más tardar, cuando aún no habían talado los árboles del barrio.