Vicente Verdú
Si de un lado se siente dolor al constatar que nuestra razón no se admite, de otro produce malestar que el otro se avenga enseguida y blandamente a nuestra visión de las cosas.
Los diferentes puntos de vista se celebran mejor entre sí cuando cada uno comparte un fragmento del prójimo y ambos se promueven en la conversación pasando de un decir a otro y corrigiéndose recíprocamente. Las posiciones radicalmente opuestas en lo fundamental generan sufrimiento pero fuera de esta circunstancia queda una amplia zona donde la mezcla de las opiniones, el rebozamiento y la reinterpretación sucesiva generan una melodía cómplice y conjunta de un interés y placer muy superiores al predominio de mi juicio. Más bien la corrección amistosa e inteligente de mi criterio ofrece la oportunidad de una inesperada y distinta intimidad, que aumenta el disfrute del entendimiento.
Estar de acuerdo, y no enseguida ni por autoridad intelectual sino como efecto de los intercambios argumentales, crea una ocasión de bienestar semejante a aquellos espacios públicos donde unos y otros de los presentes comparten la bondad del paraje y la satisfacción del clima. Las zonas comunes son así, en el pensamiento o en el urbanismo, lugares de recreo muy especial para el cuerpo y el alma, que nunca llegarían a un gozo superior sino compartiéndose, traduciéndose, intercalándose.