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El punto de vista

Por 17 de septiembre de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Vicente Verdú

El "enfoque" es primordial en la fotografía pero también en  casi todos los  asuntos de la vida. El punto de vista define el objeto antes que el objeto el objetivo y el punto de vista. Los proyectos  mal enfocados llevan al fracaso pero también los conflictos mal vistos impiden su "resolución".

Pasa así con los problemas de la enseñanza española, a la cola del mundo. Pasa así desde sus contenidos a sus métodos, desde la alta abstención de los chicos y profesores  a la indisciplina dentro del aula. El punto de vista que cree acertar estos días proponiendo aumentar las penas a los alumnos o padres que agredan a profesores elevados a la condición de autoridades públicas es un ejemplo rey tanto del mal enfoque como de la mala vista. O, exactamente, un caso ejemplar de mentes planas allanadas por un demediado punto de vista.

Tengo un primo que al querer aludir a la tolerancia circunstancial de alguien dice que ese tipo hace "la vista sorda". Mi primo lo dice mal  pero la aportación del dicho se multiplica por dos. La vista sorda procede tanto de un defecto de visión como de una pobre audición y así viene a ser el triste caso de los que propugnan resolver el caos de las aulas doblando los castigos. Estos políticos, a lo que se ve, no ponen oído al reciente informe Talis (septiembre 2009) donde los docentes españoles aparecen, en sus confesiones al encuestador, como los que en toda la OCDE peor ambiente perciben en sus clases. El ambiente es tan enrarecido, según manifiestan,  que ellos -los profesores- enferman de ansiedad, depresión, grastoenteritis. etcétera en grandes proporciones, pero prácticamente lo mismo les ocurre a sus alumnos.

 En el informe del Defensor del Pueblo español de 2007  cerca del 20% de los alumnos declaraba haber presenciado insultos, burlas o enfrentamientos verbales de sus condiscípulos con los maestros y hasta un 43% testimoniaban que otro tanto solían ver  hacer a los profesores con sus pupilos. Primera deducción que salta fácilmente a la vista: no se quieren. Los alumnos desprecian al profesor y el profesor a los alumnos. Los chicos, como en otros ámbitos, no ven  en el profesor una autoridad incuestionable puesto que toda autoridad que se les ponga delante queda descalificada como a los "chulos policías" o a los "carrozas de los padres" a quienes das-autorizan por lo poco que saben de los asuntos que ellos aprecian. Más todavía: así como los guardias les aguan las fiestas con botellón o los padres controlan sus salidas nocturnas, los profesores les aburren soberanamente. y ¿cómo apreciar a alguien que te da la barrila  diariamente y al que tienes que soportar preceptivamente?

 Ningún enfoque, en fin, sobre la pérdida de dignidad, vocación o competencia actualizada del profesorado ni tampoco ningún atinado enfoque sobre el por qué de esa  falta de esfuerzo, disciplina y vocación del alumnado.  Ni alumnos ni profesores aisladamente son las causas del malestar, el malestar procede para unos y otros de su incomunicación y la tortura de tener que bajo el mismo techo. Ni los profesores entienden los intereses e ilusiones de los chicos ni tampoco al revés. Los profesores les dictan unos textos, les ponen unos deberes y les imparten unas clases tan obsoletas como irritantes  ¿Cómo esperar que no les peguen? Incluso los chicos obedientes de hace medio siglo arremeterían sin remedio ante docentes que se comportaran con tal desprecio de la realidad juvenil sea por falta de vista debido a la edad o por falta de tiempo y dinero para ajustar su visión.

¿Instrumentos nuevos? ¿Pantallas digitales? ¿Ordenadores? Cualquier introducción de esos modernos artefactos en las aulas deberá corresponderse obviamente con un cambio en la mentalidad, los programas, los procedimientos y las relaciones. De otro modo será La Celestina en e-book pero la Celestina siempre la que aumentará el odio de las generaciones por venir y la batalla campal dentro y fuera del colegio. .

(CONTINUARÁ)

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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