Vicente Molina Foix
Nunca dejamos de leer a los mexicanos, Jorge Volpi, Juan Villoro, Sergio Pitol (entre los que han sacado nuevos libros este año, el segundo por partida doble), pero nadie ha señalado, que yo sepa, la absoluta mexicanidad reinante en los mayores premios literarios españoles del 2014. Primero fue el Anagrama de Ensayo, ganado por Sergio González Rodríguez con ‘Campo de guerra’, después el Planeta, concedido a otro novelista-periodista de allá, Jorge Zepeda Patterson, unos días más tarde, en el mismo mes de octubre, el mexicano de 32 años Roberto Wong obtuvo el recién creado Dos Passos, un premio para autores noveles que publicará Galaxia Gutenberg, mientras que la semana pasada se dio a conocer el nombre de Guadalupe Nettel como ganadora del Herralde de novela, coronando en su caso una de las trayectorias narrativas más potentes y originales que hay en la joven literatura en castellano.
La variedad y riqueza de la escritura originada en México ni es un descubrimiento ni tenemos aquí espacio para glosarla, pero no me gustaría dejar pasar la ocasión sin señalar el título para mí más sorprendente y cautivador de nuestro año mexicano, ‘Historia descabellada de la peluca’, finalista del ya citado premio Anagrama de Ensayo 2014 y presente desde hace pocos días en librerías. Bajo el exótico nombre entre italiano y donostiarra de su autor, Luigi Amara, se esconde un poeta y editor nacido en el D.F. en 1971, y ya con un buen número de publicaciones en su haber, que ahora voy a buscar allí donde se encuentren. Es difícil resumir la riqueza de este libro, que en poco más de doscientas páginas nos cuenta el uso (y sobre todo el abuso) de las pelucas desde la antigüedad a nuestros días, teniendo especial relieve los capítulos dedicados a las desatadas noches pilosas de la emperatriz Mesalina, las andanzas, en distintos atuendos y tocados, del fascinante abate de Choisy, y la auténtica naturaleza del pelo falso de Andy Warhol, quien con esa famosa peluca platinada que le confería "la efigie inclasificable y astrosa del espantapájaros", logró, todos lo sabemos, la instalación artística más duradera del siglo XX. He leído mucho sobre Warhol y he escrito acerca de él (antes y después de haber sido su sombra madrileña a lo largo de una semana inolvidable de los primeros años 1980), pero creo que las seis páginas de Amara son el mejor y más agudo condensado sobre la persona y la obra del artista americano.
Los postizos capilares son para Luigi Amara -quien según tengo entendido no los utiliza él mismo- el signo de una libertad portátil y desechable, de quita y pon, una rebeldía "de pelos para afuera, festiva y extraordinaria a causa de su aura de carnaval, no por removible menos desestabilizadora". Ahora bien, en el erudito y siempre jugoso catálogo de estos aditamentos y sus distintos portadores, Amara, que es un excelente escritor exuberante, se muestra como historiador más bien cauto, señalando que su proliferación fue el vaticinio del fin de los imperios: en Roma, en Egipto, en la Francia monárquica. Por tanto, digo yo, si el pelucón ha triunfado este año incluso en el Festival de Eurovisión, cualquier cosa puede acaecer, cumpliendo así una vez más este fútil adorno un papel agorero. Caso de producirse, espero que la hecatombe nos pille si no con la cabeza, por lo menos con el peluquín bien puesto.