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Hay espíritus

Por 15 de marzo de 2021 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Hace un par de semanas participé en una sesión de espiritismo. Fue un acto voluntario que tenía para mí la curiosidad de lo ignoto y el placer de encontrarme con gente amiga que hacía tiempo que no veía. La mesa de los espiritistas no era aquel día practicable, tampoco había médium de carne y hueso, y las voces llegaban con la nubosidad que estos contactos extrasensoriales es lógico que tengan. En un momento dado algo se interfirió en ese más allá del mundo inmaterial y perdí el nexo con los otros espíritus afines. Pero la reunión continuó sin mí satisfactoriamente, se tomaron conclusiones, ninguna de ellas de carácter metafísico ni conminatorio, y un aviso escrito en mis dispositivos de uso doméstico-laboral me hizo saber que yo, muy atrasado respecto a media humanidad, acababa de ser desde mi casa copartícipe, con otras diez personas, de una sesión de “Zoom”.

No se rían de mí, todavía. Ni me tengo por un palurdo ni soy el enemigo de la modernidad antropocena. En la medicina, por ejemplo, me alegra que las máquinas vean más que nosotros, y doy la bienvenida, sin necesitarla de momento, a la robótica, como se la di en su día a la semiótica, sin entenderla. Sólo pido un poco de piedad con el torpe o el comodón, con el distraído, con el mayor de edad analógico, y mi queja, una vez asumida por irremediable la dictadura de lo digital, va contra el imperialismo de las aplicaciones. Empieza a ser normal que en los bancos, los centros deportivos y otras instituciones y recintos, si no te aplicas no eres nadie. ¿Seguirá estando mal visto oponerse a esas coacciones cuando, acabadas las olas del coronavirus, el mar esté en calma? Desconfío de los negacionistas pero confieso ser presencialista prudente, vocalista en vivo aunque tapado, lector táctil. No olvidemos la vida en directo, en la que los códigos sean el de no matar ni robar y el de circular sin atropellar.

 

 

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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