Sergio Ramírez
La Chita murió en la víspera de Navidad a la edad de ochenta años, en un parque de la Florida, el Suncoast Primate Sanctuary, una especie de asilo de ancianos para monos. Ya se sabe que la Florida es un lugar ideal de retiro para la tercera, o la cuarta edad. Era un chimpancé macho, pero siempre lo conocimos bajo signo femenino. La Chita. Tarzán y la Chita. Se hallaba inscrito en los Guinness Records como el chimpancé más viejo del mundo, pues los simios de esta especie no suelen vivir más allá del medio siglo. Como en el caso de todos los personajes que se vuelven míticos, surgen ahora distintas hipótesis y reclamos. Que este Chita recién fallecido no es era el verdadero, o al menos que no era el único, pues en el plató de las filmaciones siempre había un par de chimpancés para alternarse a la hora de actuar al lado de Tarzán y de Jane, su compañera; y que si nació en 1932, no pudo ser la Chita de Tarzán de los monos, filmada ese mismo año.
Es lo mismo que pasa con el león de la Metro. Ya decrépito, cansado y desdentado, como todos los viejos, y escasa la melena, es exhibido en una cueva en los jardines del Grand Hotel MGM en Las Vegas. Pero también se alega que siendo en 1928 que rugió por primera vez en una película de la Metro Goldwin Mayer, ya debería haber pasado a mejor vida hace tiempo. Envidias contra la fama, e intentos inútiles de destruir el mito. Charles Atlas aún sigue, joven, musculoso y sonriente, ofreciendo su método de tensión dinámica para dejar de ser un alfeñique, más allá de sus cien años de vida.