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Homo sentimentalis

Por 4 de mayo de 2021 Sin comentarios

Rosa Moncayo

Dice bell hooks que no hay escuelas de amor porque se da por sentado que todos sabemos instintivamente cómo debemos amar y ser amados. Prefiere que escriban su nombre con minúsculas porque lo verdaderamente importante son sus libros, no su identidad. Debo decir que conmigo logró el efecto contrario.

Puede que la mejor definición de amor se remonte a la cita de Scott Peck en El camino menos transitado (1978), un clásico que aguantó diez años seguidos en la lista de los libros más vendidos de The New York Times: «El amor es la voluntad de extender el propio yo para favorecer el crecimiento espiritual de uno mismo o el de otra persona». ¿Amaríamos mejor si todos nos pusiéramos de acuerdo en qué es el amor? Quizá la mera alusión al crecimiento espiritual cuando hablamos de amor no tenga sentido para algunos, pero hay heridas tan recónditas que sólo el espíritu puede alojarlas. Todos queremos sentir. Incluso Kundera habló del Homo sentimentalis.

El amor se banaliza y se trata con obscenidad, como si fuera algo ilegítimo. Cuando empecé a salir con mi pareja, se me ocurrió regalarle El arte de amar de Erich Fromm. Fue un acto reflejo. Tontamente, pensé que si recibía el libro con agrado y lo leía de manera contundente —compartiendo opiniones y subrayando algunas citas—, podría ser la prueba definitiva para saber si estaba hecho para mí. Así fue. Yo lo había leído durante una estancia en Londres que, en cierto modo, me convirtió en una persona insensible. Casualmente, mi pareja y yo nos conocimos una semana después de mi vuelta a España. Huelga decir que ahora mismo lo considero una prueba para ilusos, pero lo recordamos con mucha ternura.

En Todo sobre el amor se dice que en el mundo en el que vivimos parece que sólo exista el amor romántico. Es muy cierto. Debe existir algo inherente a la condición humana. ¿Cómo se vive y de qué manera se ama si tendemos a avergonzarnos de nuestros sentimientos? Hay citas de Fromm por doquier. «La sociedad debe organizarse de modo que la naturaleza social y amorosa del hombre no se halle separada de su existencia social, sino que esté unida a ella». Del miedo a la violencia y de la ética al amor. Lograr que ese amor ya no sea obsceno, que no haya pudor, exige esfuerzo. La sociedad y sus mecanismos de miedo y de obediencia global garantizan el poder absoluto. Entonces, ¿sólo nos queda agarrarnos al amor? La respuesta de hooks es que «cuando amamos, el miedo desaparece ineludiblemente».

hooks habla de espiritualidad y ética como sendas hacia un amor perfecto —el que a priori se entiende, pero lleva años poner en práctica—; también sobre un detalle que me emociona: esa cantidad ingente de budistas que viven en Estados Unidos y todavía siguen luchando en balde por la liberación del Tíbet. «Vivir la vida en íntimo contacto con el espíritu divino ayuda a ver la luz del amor que está presente en todos los seres vivos», dice hooks. Más allá de la espiritualidad como amor divino, me da la impresión de que mi generación no ha podido satisfacer esa dosis de espiritualidad básica que esperaba. No creo que se trate de un vacío emocional colectivo ni que tenga que ver con la oferta religiosa de nuestro país y su cuestionable reputación —tampoco creo que religión y espiritualidad deban ir de la mano—; considero que la carencia se debe, más bien, a la comodidad y el materialismo que nos rodea, más a unos que a otros, desde que nos traen al mundo.

Hay una frase de Roland Barthes, en Fragmentos de un discurso amoroso, que a menudo me ronda la cabeza y la mantengo como un mantra, incluso terminé anotándola en una de mis libretas: «Desacreditada por la opinión moderna, la sentimentalidad del amor debe ser asumida por el sujeto amoroso como una fuerte transgresión, que lo deja solo y expuesto; por una inversión de valores, es pues esta sentimentalidad lo que constituye hoy lo obsceno del amor».

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Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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