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Ficha técnica

Título: Desolación | Autora: Gabriela Mistral | Prólogo: Leila Guerriero | Editorial: UDP | Páginas: 264 | Género: Ensayo  | ISBN: 978-956-314-297-6 | Precio de referencia: $ 11.000 / us$ 22

Desolación

EDICIONES UDP

«Para unos era una monja laica, una matrona sin sexo, una virgen infinita con niños descalzos a sus pies. Para otros, una profesional del drama, una artista del fingido desgarro. En algún lugar, entre las dos cosas, estaba ella. Fumaba bárbaramente desde los 14, odiaba el frío y los lugares llanos, medía más de un metro ochenta, usaba el pelo atado en la nuca, vestía con severidad exasperante, tan igual a sí misma a lo largo de décadas que, más que un desinterés por su aspecto, parecía un calculadísimo mensaje». Leila Guerriero

«Gabriela Mistral tomó la palabra ‘desolación’ para entenderla, toda la enormidad de relaciones conceptuales que ello implica, como descubrimiento o imposición, después de la muerte de un anterior Dios y el silencio de escritura que a esa muerte sigue, de otro Dios, vale decir, de otra escritura». Patricio Marchant

«Esta Gabriela Mistral no es sólo otra maldita escritorucha a la que los bobos suecos dan un premio… Gabriela sabía algo que no tenían que decírselo». Ezra Pound

HAZTE OLVIDAR

Podría empezar así: podría empezar diciendo que hay, en el planeta, pocos vientos amargos -vientos de las brujas, vientos locos- capaces de producir trastornos en el ánimo: euforias, depresiones, alteraciones enigmáticas. El mistral, un viento del sur de Francia, frío y violento, es, al parecer, uno de ellos.

Podría empezar así.

Pero el origen del nombre -Mistral, Mistral- es, como tantas otras cosas, confuso. La leyenda repite -repite, repite- que fue por el poeta Frédéric Mistral. La entrada de Wikipedia de Frédéric Mistral, de hecho, asegura que «Su apellido fue tomado por la escritora chilena Gabriela Mistral como seudónimo». Sólo que ella, a veces, decía otra cosa: «Mucho se ha dicho sobre mi seudónimo -puede leerse en Vivir y escribir. Prosas autobiográficas (Ediciones Universidad Diego Portales, 2013)- (…) Cuando recién comenzaba a escribir unas prosas muy malas en el periódico de mi pueblo, firmaba simplemente ‘Y’ (…) Yo he adorado siempre el viento (…). Es curioso, pero el viento me produce el mismo efecto que a los borrachos el vino, y después de este baño me siento mejor. Estoy contenta, todo me llama a la risa y hago versos. Se me ocurrió así buscar un nombre de viento que pudiera ser de persona y encontré el mistral y lo adopté agregándole aquella ‘Y’ primitiva con lo que quedó Mistraly, luego tiré la ‘Y’ y dejaba el nombre actual. Una vez tuve que mentir sobre este punto (…). En aquella ocasión visitaba con otras personalidades de las Sociedad de las Naciones al Presidente de Francia (…) Durante el almuerzo me interrogó si mi nombre lo había adoptado por Federico Mistral, a lo que respondí que sí porque en aquel momento no era posible responder otra cosa». 

La pequeña mentira -justificada como un rasgo de buena educación- genera una leyenda indestructible que nadie, ni ella, se preocupa por destruir.

Será un gesto repetido.

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