Marcelo Figueras
La vida tiene momentos surrealistas. Estoy a miles de kilómetros de casa, en Ramallah, territorio palestino. Es Ramadan. Puedo oír la oración comunal que llega por el aire, transmitida por altoparlantes. Veo mails y noticias mientras contemplo un campo lleno de olivos. La calle está vacía, todavía falta hora y media para que comience la celebración religiosa. Y de repente la pantalla del ordenador me ataca con una noticia. Grupo anónimo exige a modelo argentina que cumpla con su promesa de desnudarse. De inmediato entiendo de qué se trata: yo todavía estaba en Buenos Aires cuando Nicole Neumann dijo que iba a participar de una protesta ecologista, utilizando el desnudo como forma de expresión. Todavía recuerdo la cantidad de gente -mejor dicho: de hombres- que se reunió en el sitio anunciado, Corrientes y Nueve de Julio, delante del (esta vez con razón, al menos) siempre priápico Obelisco. La TV no mostraba otra cosa. Pero Nicole no apareció. Dos semanas después, en este sitio que es otro mundo, la levedad del ser irrumpió por la ventana de mi ordenador con todo descaro -y me hizo reír.
No soporté la tentación y fui al sitio del "grupo anónimo". Además del vídeo y de la proclama que se repetía en todos los diarios -no sólo argentinos, el asunto estaba en la portada de la versión electrónica de El País-, había múltiples adhesiones espontáneas y nuevas imágenes. Escribo esto cuando todavía falta un día, doce horas y nueve minutos para que se cumpla el deadline puesto por el grupo para que Nicole se haga cargo de su promesa, pero por supuesto no creo que aunque Nicole siga vestida cumplan con su amenaza de ajusticiar al pichicho que tienen "secuestrado". (En Argentina es vox populi la pasión de Nicole por los perros.) El hecho de que la mascara-símbolo de la "organización" se inspire en el rostro de Winnie the Pooh me parece muestra suficiente de la inocencia de la broma.
Espero que los muchachones del MPBN (Movimiento Ponete en Bolas Nicole) hayan ideado un remate igualmente simpático para la humorada, una vez que la modelo los decepcione -una vez más- con su silencio. Cuando este texto llegue a ustedes, la cuenta regresiva ya habrá terminado. Espero seguir riéndome entonces, desde este sitio lleno de olivos al que le hace tanta falta una carcajada.