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El duro oficio del lector

Por 2 de febrero de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

¿Imagina el común de la gente que los escritores vivimos leyendo? Supongo que la fantasía romántica que los siglos construyeron en torno del autor puede sugerir a algún ensoñado que los escritores nos pasamos los días encorvados encima de volúmenes canónicos, tratando de aprehender lo inapresable. La realidad indica que los escritores nos pasamos los días tratando de sobrevivir, como cualquier hijo de vecino: lidiando con amores y desamores, pañales y reuniones escolares, fechas de entrega y vencimientos de impuestos y por supuesto, luchando siempre por el dominio del control remoto. En medio de ese ajetreo, leemos no lo que queremos ni lo que debemos, sino apenas lo que podemos. A veces pienso que el único motivo por el cual todavía leemos es el hecho de que, a diferencia de lo que ocurre con el control remoto, nadie nos disputa la posesión de los libros.
Quizás por eso me divierte tanto la consigna de The Polysyllabic Spree, el libro que recopila artículos que Nick Hornby escribió para la revista Believer. Hornby, autor de novelas entrañables como High Fidelity y About a Boy, se comprometió a describir una vez al mes sus aventuras como lector: cuántos libros se compraba, cuántos le enviaban –y cuántos de ellos leía, y en qué medida, durante ese lapso. El resultado es tan divertido y humano como sus mejores ficciones. Hornby desmitifica el lugar de los libros en la vida del escritor. Como buena parte de la gente, lee mucho en verano y poco una vez empezada la temporada futbolística, confiesa desconocer infinidad de clásicos (por ejemplo Franny and Zooey, de F. Scott Fitzgerald), mezcla géneros como quien frecuenta a un barman y se mueve de manera indiscriminada entre autores respetados y autores populares, que no suelen ser la misma cosa. Al igual que tantos de nosotros, Hornby se hace sus huequitos para la lectura en medio del trajín diario; por ejemplo mientras espera que su hijo salga del baño. (Este escritor, en cambio, es de los que leen mientras los demás esperan que salga de una vez.) ¿Y qué sería de nuestras vidas si no existiesen los medios de transporte? ¿O acaso no hemos visitado el Marte de Bradbury, la Londres de Amis y el Maine de Stephen King mientras el subterráneo conducía nuestros cuerpos hasta la Plaza de Mayo?
Leemos lo que podemos y como podemos. A menudo tenemos excusa para leer a causa de nuestro trabajo cosas que jamás habríamos escogido porque sí. Durante la escritura de mi última novela, por ejemplo, alterné un libro de frases en latín con otro sobre los números primos y uno sobre leyendas irlandesas. Todavía recuerdo la mirada de sospecha que un vendedor me dirigió cuando le pedí que envolviese para mí un título esotérico: La música como medicina del alma. Las cosas que hacemos por el arte.
Lo único que importa para mí es la preservación del placer de la lectura, el hecho de que la profesión no ha atemperado el goce que deviene de la compra y la posesión de un libro esperado. Este disfrute es físico además de espiritual, los libros nuevos huelen bien, las cubiertas flamantes brillan y son suaves al tacto; dije físico, pero quizás debería decir erótico. Debe ser por eso que cada vez que viajamos, mi mujer y mis hijas compran ropa y maquillaje y yo atiborro mi maleta con libros, libros y más libros.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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