Julio Ortega
Vine a Bilbao para llevarme Cartucho, Relatos de la lucha en el Norte de México (Madrid, Cátedra, 2019) un clásico de la etnografia fantástica de la Revolución mexicana, que cada dia combate mejor, con un coro heroico y popular, y una suma de escritores forenses de vidas de asombro. Para despedir el año literario nada mejor que esta espléndida edición, debida a la diligencia critica de Josebe Martinez, profesora de la Universidad del Pais Vasco, mexicanista de puntual y placentera erudición.
Cartucho, Relatos de la lucha en el Norte de Mexico, se publicó en 1931, y aunque la vida de su autora, entre la danza y el periodismo, es de por si novelesca, dada su belleza y talento, su tránsito legendario entre los lideres revolucionarios y los constructores del estado, entre intelectuales y artistas, no sólo es pintoresca, sino un modelo de agencia femenina, capaz de confirmar su papel histórico de hija emblemática y libre en una revolución predominantemente masculina. Margo Glantz, Doris Meyer, Mary Louise Pratt, Vicky Unruh, y Kristine Vanden Berghe, han estudiado la diversa articulacion de la condición femenina en su obra. Habia ella contribuido con su saga de mujer revolucionaria al reescribir su vida como otra instancia fabulosa de su obra.
En su pulcra y justa edición, Josebe Martinez no se propone reivindicar la proteica persona o personaje, sino establecer, documentalmente, la interacción de su vida y la historia que le tocó representar en sus recopilaciones orales de gentes y batallas, bajo lo cual late una épica a punto de exceder la historia con su voluntad de hacer y rehacer el testimonio que da forma al protagonismo del testigo.
Esa impronta hiperbólica de la mujer en la historia mexicana situa a la Campobello no en el paisaje fantasmatico de Rulfo sino en la épica de las testigo protagonicas. También Helena Poniatowska ha contado la saga de las victimas de la violencia policial como la de de otra catastrofe sismica. Ya la gran Rosario Castellanos habia repartido sus tierras entre sus peones, mientras que Margo Glantz logró, por fin, naufragar. Frida Khalo, no sin ironia, firmó su propia muerte.
A esa estirpe pertenece Nellie Campobello, quien gracias a ésta documentada edición, nos devuelve, entre cartuchos y cartucheras, a un mundo que la mujer disputa a la muerte.