Jorge Volpi
Aunque cada vez detesto más las listas de los mejores libros del año (casi siempre endogámicas, casi siempre dictadas por una suerte de consenso crítico), dejo aquí una pequeña lista de recomendaciones de los libros publicados en 2014 que más me gustaron o impactaron. (Siete de mis mejores amigos publicaron libros que me parecen espléndidos: lo aclaro y los incluyo al final.)
narrativa en español: Catálogo de formas, de Nicolás Cabral
Una de las joyas literarias de este año. Una breve, elusiva y sutil novela que, a partir de la vida, obra e ideas de Juan O’Gorman, explora los límites entre la creación, el idealismo, el poder y el desencanto.
Incluyo también Los hemisferios, de Mario Cuenca Sandoval: aunque su segunda parte resulte redundante y fallida, pocas apuestas estéticas me han parecido tan arriesgadas como la de esta novela fantástica y desbocada que se distiende entre distintos universos paralelos.
narrativa en otros idiomas: Euphoria, de Lilly King
Como la de Cabral, esta es otra narración que, eludiendo los límites de la novela biográfica o histórica, se basa en la figura de Margaret Mead y su círculo para detenerse en la extrañeza y las contradicciones de un triángulo de antropólogos y sus andanzas por mundos sólo en apariencia primitivos.
ciencia ficción: The Book of Strange New Things, de Michael Faber
La idea, de entrada, me parece genial: un misionero cristiano es enviado a un planeta recientemente descubierto (o conquistado) por una corporación humana para compartir la palabra de Jesús entre los nativos. Una Crónica de Indias de nuestro tiempo.
ensayo: El impostor, de Javier Cercas
Aunque su autor insiste en considerar que su libro es una "novela sin ficción o un relato real", a mí me parece claramente un ensayo, en todo caso una crónica o un "ensayo en primera persona". Como sea, la asombrosa historia de Enric Marco, el presidente de una de las principales asociaciones de víctimas de los campos de concentración nazis que en realidad se inventó éste y casi todos los hechos de su vida, termina convertido por Cercas en una fascinante metáfora de la España de la transición.
memorias: Amarres perros, de Jorge Castañeda
Pocas figuras intelectuales tan lúcidas, polémicas y atrabiliarias como la del primer canciller de Vicente Fox: sólo alguien con un carácter tan tumultuoso como Castañeda (quien se inscribe en la línea directa del Ulises Criollo de Vasconcelos, con quien lo unen no pocas semejanzas) podía atreverse a escribir una autobiografía tan sincera, egocéntrica y apasionante en un medio tan propicio a la hipocresía y el disimulo como el mexicano.
Y, ahora, los libros de mis amigos:
Adrián Curiel, Blanco Trópico.
Con el humor ácido y la perspicacia que lo caracterizan, Curiel ha escrito un desopilante y arrebatador relato sobre la vida en el trópico y, en especial, un implacable examen de los sinsentidos de la vida académica.
Gerardo Kleinburg, Éxtasis. Una novela en siete píldoras
Encomio de los poderes y peligros del éxtasis, esta segunda novela de Kleinburg brilla por el entramado de historias de personajes al límite, dispuestos a arriesgar sus destinos en busca de una transformación (o de una iluminación) que siempre los rebasa.
Luis Felipe Lomelí, Indio borrado
Como prolongación y antídoto a los relatos de violencia (y a la violencia) que nos rodean, Lomelí ha creado un personaje inolvidable con el Güero, desvencijado símbolo de las tensiones de nuestra época.
Guadalupe Nettel, Después del invierno
Recompensada con el Premio Herralde de este año, la mejor entre las novelas de Nettel se adentra en las vidas de dos personajes tan perturbadores como excéntricos: un aséptico y neurótico cubano en Nueva York y una frágil estudiante mexicana en París enamorada de un joven moribundo. Lo mejor: un estilo parco y preciso que roza la perfección.
Ignacio Padilla, Las fauces del abismo
Así pasen los años, Padilla continúa pareciéndome no sólo el más deslumbrante cuentista de mi generación, sino de uno de los más imaginativos cuentistas de nuestros días. Una nueva colección que prolonga su asombrosa "Micropedia", en esta ocasión con un peculiar bestiario que navega entre las crónicas medievales y Borges.
Pedro Ángel Palou, No me dejen morir así
Centrado a lo largo de los últimos años en narrar las vidas de nuestras principales figuras históricas, aquí Palou ha ido aún más lejos que en Pobre patria mía, sus falsas memorias de Porfirio Díaz, para introducirse en la mente de Pancho Villa en un relato que rebasa los límites genéricos y se arriesga a dislocarse.
Edmundo Paz Soldán: Iris
Si la ciencia ficción continúa pareciendo excéntrica en nuestras letras, que la realice un boliviano suena de plano inverosímil. Pero Paz Soldán ha logrado crear un deslumbrante mundo propio (regido, como el de Kleinburg, por las drogas) que, como todos los grandes relatos de ciencia ficción, dice mucho más sobre nuestro tiempo que sobre el futuro.
Daniel Rodríguez Barron, La soledad de los animales
Una arriesgada primera novela que, más que retratar (o burlarse) de quienes defienden los derechos de los animales, reflexiona en clave irónica en torno al idealismo y el fanatismo de todas las grandes causas.
Pablo Raphael, Clipperton
Escrita a lo largo de varios años y un periplo que lo condujo directamente a la antigua isla mexicana, Raphael se sirve de Clipperton para crear un vasto relato polifónico en el que se funden todas las historias y fantasías en torno a esta tierra de nadie que tanto ha fascinado a los escritores.
Eloy Urroz, La mujer del novelista
Urroz inició esta novela como una suerte de experimento vital, cercano al arte contemporáneo: iniciada y terminada a lo largo de un año en Aix-en-Provence, es a la vez el ácido retrato de nuestra generación literaria (el Crack reconvertido aquí en Clash), como una brillante reflexión en torno al amor o el adocenamiento del amor a partir de mundos que, como los de Cuenca Sandoval, se abren a dos tiempos -u opciones de vida- simultáneas.
Aunque cada vez detesto más las listas de los mejores libros del año (casi siempre endogámicas, casi siempre dictadas por una suerte de consenso crítico), dejo aquí un pequeño catálogo de los libros aparecidos en 2014 que más me gustaron o impactaron. (Algunos de mis mejores amigos publicaron obras que me parecen espléndidas: lo aclaro y las incluyo al final.)
NARRATIVA EN ESPAÑOL: Catálogo de formas, de Nicolás Cabral
Una de las joyas literarias de este año. Una breve, elusiva y sutil novela que, a partir de la vida, obra e ideas de Juan O’Gorman, explora los límites entre la creación, el idealismo, el poder y el desencanto.
Incluyo también Los hemisferios, de Mario Cuenca Sandoval: aunque su segunda parte resulte redundante y fallida, pocas apuestas me han parecido tan arriesgadas como la de esta novela fantástica y desbocada que se extiende entre distintos universos paralelos.
NARRATIVA EN OTROS IDIOMAS: Euphoria, de Lilly King
Como la de Cabral, esta es otra narración que, eludiendo los límites de la novela biográfica o histórica, se basa en la figura de Margaret Mead y su círculo para detenerse en la extrañeza y las contradicciones de un triángulo de antropólogos y sus andanzas por mundos sólo en apariencia primitivos.
CIENCIA FICCIÓN: The Book of Strange New Things, de Michael Faber
La idea, de entrada, me parece genial: un misionero cristiano es enviado a un planeta recientemente descubierto (o conquistado) por una corporación humana para compartir la palabra de Jesús entre los nativos. Una Crónica de Indias de nuestro tiempo.
ENSAYO: El impostor, de Javier Cercas
Aunque su autor insiste en considerar que su libro es una "novela sin ficción o un relato real", a mí me parece claramente un ensayo, en todo caso una crónica o un "ensayo en primera persona". Como sea, la asombrosa historia de Enric Marco, el presidente de una de las principales asociaciones de víctimas de los campos de concentración nazis que en realidad se inventó éste y casi todos los hechos de su vida, termina convertido por Cercas en una fascinante metáfora de la España de la transición.
MEMORIAS: Amarres perros, de Jorge Castañeda
Pocas figuras intelectuales tan lúcidas, polémicas y atrabiliarias como la del primer canciller de Vicente Fox: sólo alguien con un carácter tan tumultuoso como Castañeda (quien se inscribe en la línea directa del Ulises Criollo de Vasconcelos, con quien lo unen no pocas semejanzas) podía atreverse a escribir una autobiografía tan sincera, egocéntrica y apasionante en un medio tan propicio a la hipocresía y el disimulo como el mexicano.
Y, ahora, los libros de mis amigos:
Gerardo Kleinburg, Éxtasis. Una novela en siete cápsulas
Encomio de los poderes y peligros del éxtasis, esta segunda novela de Kleinburg brilla por el entramado de historias de personajes al límite, dispuestos a arriesgar sus destinos en busca de una transformación (o de una iluminación) que siempre los rebasa.
Luis Felipe Lomelí, Indio borrado
Como prolongación y antídoto a los relatos de violencia (y a la violencia) que nos rodean, Lomelí ha creado un personaje inolvidable con el Güero, desvencijado símbolo de las tensiones de nuestra época.
Guadalupe Nettel, Después del invierno
Recompensada con el Premio Herralde de este año, la mejor entre las novelas de Nettel se adentra en las vidas de dos personajes tan perturbadores como excéntricos: un aséptico y neurótico cubano en Nueva York y una frágil estudiante mexicana en París enamorada de un joven moribundo. Lo mejor: un estilo parco y preciso que roza la perfección.
Ignacio Padilla, Las fauces del abismo
Así pasen los años, Padilla continúa pareciéndome no sólo el más deslumbrante cuentista de mi generación, sino de uno de los más imaginativos cuentistas de nuestros días. Una nueva colección que prolonga su asombrosa "Micropedia", en esta ocasión con un peculiar bestiario que navega entre las crónicas medievales y Borges.
Pedro Ángel Palou, No me dejen morir así
Centrado a lo largo de los últimos años en narrar las vidas de nuestras principales figuras históricas, aquí Palou ha ido aún más lejos que en Pobre patria mía, sus falsas memorias de Porfirio Díaz, para introducirse en la mente de Pancho Villa en un relato que rebasa los límites genéricos y se arriesga a dislocarse.
Edmundo Paz Soldán: Iris
Si la ciencia ficción continúa pareciendo excéntrica en nuestras letras, que la realice un boliviano suena de plano inverosímil. Pero Paz Soldán ha logrado crear un deslumbrante mundo propio (regido, como el de Kleinburg, por las drogas) que, como todos los grandes relatos de ciencia ficción, dice mucho más sobre nuestro tiempo que sobre el futuro.
Pablo Raphael, Clipperton
Escrita a lo largo de varios años y un periplo que lo condujo directamente a la antigua isla mexicana, Raphael se sirve de Clipperton para crear un vasto relato polifónico en el que se funden todas las historias y fantasías en torno a esta tierra de nadie que tanto ha fascinado a los escritores.
Eloy Urroz, La mujer del novelista
Urroz inició esta novela como una suerte de experimento vital, cercano al arte contemporáneo: iniciada y terminada a lo largo de un año en Aix-en-Provence, es a la vez el ácido retrato de nuestra generación literaria (el Crack reconvertido aquí en Clash), como una brillante reflexión en torno al amor o el adocenamiento del amor a partir de mundos que, como los de Cuenca Sandoval, se abren a dos tiempos -u opciones de vida- simultáneas.