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SIN CLASIFICAR

Por 12 de abril de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

En una terraza de Montevideo, en un bar para ver la ciudad silenciosa, en una de las casas más altas del casco viejo, en un lugar tranquilo como el espíritu de la ciudad, después de haber buscado -y encontrado- libros por los rastros, librerías de viejo y tenderetes que la ciudad ofrece, estaba pensando en lo rara que es esta ciudad.

¿Qué es raro?…No lo tengo claro, pero ya es raro que los centros no estén multinacionalmente con la comida rápida, la moda rápida, la vida rápida. Y, no estando virgen -¿dónde las virginidades?- todavía está de muy buen ver. Todavía no está derrotada. Seguramente lo conseguirán. Harán de éstos boliches, de estas viejas librerías, de estos cafés y estas tiendas populares, otra parada multinacional para la uniformación y el dejá vu. Para que sea inútil e innecesario el viaje.

Pero la ciudad me parece hermosamente rara también por quienes la representan. Por ejemplo tres de los más inclasificables escritores franceses nacieron aquí: Isidoro Ducasse, el conde de Lautremont, del que siempre nos acompañaran sus cantos de Maldoror. También aquí nació otro raro, Jules Laforgue, simbolista en Uruguay, y del grupo de los Hydropathes del siglo XIX en Francia. Y otro que completa el trío de los franco-uruguayos, el más cercano, el contemporáneo de muchos de nuestro poetas del 98 o del 27, Jules Supervielle, también comenzó siendo simbolista, pasó por el surrealismo y terminó encontrando su propia voz.

La lista de los raros de Montevideo tiene muchos nombres, muchos nacionales, pero uno de los más grandes, posiblemente el más grande de los escritores de la ciudad -otra cosa son los pintores, con el enorme y cada vez más reivindicado legado de Torres García- es Juan Carlos Onetti. Misterioso, profundo, cercano, universal, triste e irónico como su propia ciudad, el autor de El astillero, Una tumba sin nombre, La vida breve o Juntacáveres, hace que los paseos por esta ciudad sean algo ya conocido, sin que los datos, los nombres, los lugares o las calles sean nombradas como son -algunas veces sí- sino como las imaginamos. Otro autor sin clasificar, como algunos de los más grandes de este lado del español, del castellano, del territorio de La Mancha. Onetti, que no cabe en el “boom”, que un día tuvo que dejar su ciudad, llegó a Madrid, divisó el panorama desde sus ojos lúcidos y miopes, se metió en la cama y decidió no levantarse. Seguir viviendo, bebiendo y escribiendo. Eso sí. Un grande sin clasificar. Como otro, este no de Uruguay, de Córdoba, antiporteño, casi eterno -murió a los 106 años- y casi oculto a pesar de haber escrito alguno de los libros más sagaces y geniales en nuestro idioma. Otro día hablaremos de ese raro, ese inclasificable, llamado Juan Filloy.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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