Francisco Ferrer Lerín
Vivíamos de la carne
De la carne del mar y de la tierra
¡Ay del mar y de la tierra!
Las hojas del árbol eran saludables para las naciones
Pero los tábanos ahuyentaron a la hechicera
Ahuyentaron al reo
Ahuyentaron al extranjero
Al que poseía la piedra de jaspe
Lo perturbasteis y se puso en fuga
Como los falsos doctores
Bajo la influencia de la molicie reinante
Quedaban veinticuatro ancianos
Y veinticuatro vivientes
Veinticuatro vivientes misteriosos
Que cayeron de hinojos
Fulminados.
Se halló la sangre de todos los degollados
La sangre que ocupaba el mar
Que ocupaba los vientres de los peces
Y los vientres de la aves
Pero las tinieblas pasan
A bordo del navío de los hombres oscuros
Negros como pelo de cabra
Hasta que el caballo bermejo
Conducido por el manco que devora la espada
Pisotea al extranjero marcado
Marcado con señales tiznadas en la puerta
En la puerta de su casa de barro
Y alguien obtiene el poder de abrir los sellos de hierro
Y el poder de no ocultarse
Ante el rostro de quien se sienta en el trono.
Ferrer Lerín, marzo 2019