Francisco Ferrer Lerín
He oído contar varias veces a Félix de Azúa, seguro del éxito de la revelación, que al rey Don Juan Carlos, durante un solemne acto en una embajada, al sacar el pañuelo de uno de los bolsillos del pantalón, le cayó un boleto de la Primitiva al suelo. Ahora veo que Wikipedia, en la página dedicada a Vicente Gil García, médico personal de Francisco Franco entre 1937 y 1974, no duda en señalar, como indicador de su proximidad al Caudillo, que echaban la quiniela juntos, detalle fundamental en la biografía del doctor Gil García, mucho más importante que el hecho de que fuera él quien revelara a los servicios de inteligencia norteamericanos los pormenores de las lesiones sufridas por Franco en el accidente de caza de 1961 y quien le diagnosticara cáncer de colon en 1974, motivo por el cual fue fulminantemente apartado por el Marqués de Villaverde. Sumidos en el pavor de la pandemia, formamos, en pleno verano, extensas colas a la puerta de los estancos que ya venden números de la lotería de Navidad, y lo hacemos respetando, quizá sólo en este caso, las cómicas medidas de seguridad impuestas por el gobierno, no sea que cuando nos toque el gordo nos pille agonizando en una uci.