Skip to main content
Blogs de autor

Valeria Luiselli: retrato de familia con niños extraviados al fondo

Por 20 de marzo de 2019 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

Una de las mejores novelas latinoamericanas en lo que va del siglo es Los ingrávidos (2011), de la mexicana Valeria Luiselli (1983). Esta novela realista y fantástica a la vez –con el subte de Nueva York como punto de pasaje entre dos mundos–, que en su estructura circular y metaliteraria comenta sobre su propia creación y ataca las formas narrativas convencionales, funciona también como un gran relato sobre la familia contemporánea. Sin perder ninguna de esas cualidades y añadiéndole a su espíritu juguetón una gran dosis de relevancia política, Luiselli acaba de publicar Lost Children Archive, una novela ambiciosa con el telón de fondo de la crisis de los niños inmigrantes en la frontera entre México y los Estados Unidos. Está escrita en inglés, lo cual no es un detalle menor, pues profundiza el debate sobre la literatura latinoamericana escrita en otros idiomas, a la vez que consolida a Luiselli como una de las escritoras latinas más interesantes de la literatura norteamericana.

Lost Children Archive parte de una premisa: la novela como género no está preparada para narrar las nuevas formas de experimentar el tiempo y el espacio, el hecho de que el presente se ha vuelto “abrumador” y el futuro “inimaginable”. Luiselli asume esa limitación como punto de partida, y entrega un texto a base de fragmentos y digresiones que replican formas de lectura más afines a nuestro presente. Tampoco hay en ella un deseo de que nos abandonemos a una trama, de que nos perdamos en la verosimilitud del mundo creado; el artificio se revela constantemente, a través de los archivos que explicitan los ingredientes usados para escribir la novela (El señor de las moscas, Pound, La cruzada de los niños, etc). A estas alturas todo esto es parte del arsenal posmoderno; lo que cambia es la valencia, el objetivo con que se usa ese arsenal, pues si otros autores usaron estos trucos para criticar la posibilidad misma de representar el presente a través de la novela realista, lo que quiere Luiselli es buscar otra forma de documentar ese presente. Los juegos textuales no serían entonces muestras de una imposibilidad sino diversas formas con las que una sensibilidad contemporánea se enfrenta a una crisis moral. 

Lost Children Archive, narrada por una mujer que trabaja en un proyecto para documentar los sonidos de Nueva York, es la historia de la construcción y disolución de una pareja y una familia, de cómo cuando vives con alguien “y estás segura de que no hay ningún pliegue que no hayas explorado del otro, aun así, un día, este puede convertirse de pronto en un extraño”. Luiselli sabe captar los gestos del desamor, la “ausencia futura” de los seres que amamos. Su prosa se mueve en registros amplios, va desde la frase inteligente que condensa una situación hasta la que captura la riqueza sensorial de un espacio, como cuando describe “un motel con una piscina en la forma de una guitarra. Un motel en el que vez de una Biblia en el velador hay un cancionero de Elvis Presley. Un motel con Elvis Presley en todas partes, desde las toallas de mano en las habitaciones hasta el salero y el pimentero en el área del desayuno”.

Luiselli cuenta a el enamoramiento de la narradora con un hombre al que conoce en ese proyecto, la vida en común –él tiene un hijo de diez, ella una de cinco–, el paulatino extrañamiento de la pareja, y el deseo de él de partir rumbo al suroeste de los Estados Unidos a hacer un “inventario de ecos” de los sonidos que algún día poblaron la historia legendaria del apache Gerónimo, y el de ella de embarcarse en el viaje con sus propios planes, su intención de ayudar a una amiga con dos hijas perdidas en la frontera y documentar la crisis migratoria. Si bien hay un mapa narrativo con un destino final, no es casual que los viajeros decidan no usar un GPS para orientarse: así están más abiertos al extravío, a la ruptura con un viaje directo.

La narradora prefiere la acumulación temática y formal de incidentes antes que el avance de la trama a partir de una sucesión de incidentes, y dinamita aquellos momentos tradicionalmente novelescos que podrían haber aportado suspense a la historia (por ejemplo, el encuentro con un guapo desconocido en un bar). Luiselli va cargando pacientemente de peso simbólico el viaje. Así, Lost Children Archive se transforma un road trip original, en el que la inteligencia y la sensibilidad de la narradora alternan con el retrato brillante de dos niños traviesos y perceptivos en la parte trasera del auto, y con la mirada distanciada de un hombre hosco camino a la Apachería. En medio de la crisis doméstica asoma como un espectro la historia de los “niños perdidos” –los hijos llaman así a los niños refugiados– en la frontera y el cuestionamiento acerca de cómo contar esta historia.

A la mitad Luiselli decide literalizar la metáfora de los “niños perdidos”: la narradora descubre que quienes verdaderamente deben contar esta historia son los niños, y le cede el control del relato al mayor. Es un gesto arriesgado, pues nos saca de cuajo del mundo en que nos habíamos asentado, pero va en consonancia con la poética de Lost Children Archive: el niño procede a contar una historia fantasmagórica acerca de su conversión –y la de su hermana– en “niños perdidos”. De pronto estamos en otra novela, menos realista, más fantástica (menos road trip, más Schwob): a ratos todo indica que lo que está contando ocurrió de verdad; otros, sobre todo el tono tan adulto de la voz del niño, permiten pensar que este es un artificio más, literatura que se muerde la cola (hay otros artificios, entre ellos “Elegies for Lost Children,” el relato de una autora italiana que aparece dentro de la novela). Esta sección se alarga un poco, pero las veinte páginas finales, una sola e intensa frase, se encuentran entre las mejores de Lost Children Archive: “…los cuatro niños perdidos saben que están todavía vivos, aunque caminan entre los ecos de otros niños pasados y futuros, que se hincaron, se echaron, se enroscaron en posición fetal, cayeron, se perdieron, no sabían si estaban vivos o muertos en ese desierto vasto y hambriento donde solo los cuatro caminan ahora en silencio, sabiendo que también podrían perderse pronto…”

Si algún momento la literatura posmoderna sirvió para mostrar orgullosamente un espíritu que se regodeaba en el pastiche y el distanciamiento irónico, con Luiselli esos juegos metatextuales sirven más bien para apuntalar el propósito serio de la autora, la lucidez de su crítica a un país que, al separar a los seres humanos en la falsa dicotomía “legal” y “extraño”, ha perdido su brújula moral.  

 

(La Tercera, 17 de marzo 2019)

profile avatar

Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

Obras asociadas
Close Menu