El libro está muy bueno. Se llama No somos perfectas, lo editó Del Nuevo Extremo y lo concibió Mori Ponsowy como un relato coral donde superponen sus voces –no podía ser de otra forma- dieciocho de las mujeres más notables de la cultura argentina de hoy. Perdonen el tostón, pero en este momento mi obligación es la de ser exhaustivo y nombrarlas a todas en riguroso orden alfabético. Romina Doval. Liliana Escliar. María Fasce. Liliana Felipe. Vera Fogwill. Inés Garland. Angélica Gorodischer. Maite Jáuregui. Anna Kazumi Stahl. Liliana Lukin. María Victoria Menis. Vanesa Ragone. Sandra Russo. Julia Solomonoff. Patricia Suárez. Susana Torres Molina. Beatriz Vignoli. Laura Yasan. Entre ellas hay escritoras (como Gorodischer, Fasce, Suárez, Kazumi Stahl), cineastas (Solomonoff, Menis, Ragone), periodistas (Russo), poetas (Vignoli, Yasan) y combinaciones ad hoc, como periodista-humorista-novelista-guionista (Escliar), actriz-escritora-cineasta (Fogwill) y hasta una compositora-cantante-pianista-tanguera-jardinera y poeta, que es Liliana Felipe, cuya canción Mujer inconveniente define muy bien el espíritu de la compilación –aun cuando pueda ser sospechada de pleonasmo.
Lo presentaron hace pocos días en La Boutique del Libro de la calle Thames, en pleno Palermo. El lugar es encantador, aunque su nombre adquirió un retintín irónico en semejante ocasión. Apenas llegué me encontré a Sandra Russo en la calle, fumando. Sandra es uno de esos periodistas –poquísimos, en estos días- en cuyos textos me detengo apenas distingo su firma. Trabajamos juntos fugazmente hace muchos años, en un programa de TV. Por aquel entonces me atraía mucho, pero siempre fui un hombre tímido y estaba convencido de que ella era demasiado para mí. (Y conste que esto ocurrió, colijo, antes de esa etapa suya que ella define en el libro como de “mujer pantera”.) Nos saludamos, conversamos un poco. Al entrar descubrí que adentro también se podía fumar, por lo menos de facto. Y así comprendí que el título No somos perfectas (que me había parecido fallido porque daba por sentado que los demás, esto es los que no somos ellas, las pretendíamos sin mácula) era en verdad perfecto: funciona a la vez como grito de batalla y como queja, porque nadie desea que ellas sean perfectas más que ellas mismas –y por eso se van a fumar afuera aunque se pueda fumar adentro, no sea cosa de romper el imposible listón con que se miden.
La presentación fue deliciosa, organizada por Mori para que cada una de las escritoras le preguntase algo a otra. (La más divertida fue Gorodischer, que en una de sus humoradas típicas le preguntó a Kazumi Stahl, hija de madre japonesa: “¿Akutagawa o Kawabata?”)
De los textos que leí –que no fueron todos, esa es la gran ventaja de las compilaciones- me gustaron mucho el de Gorodischer, una escritora a la que adoro y sigo desde la época de Bajo las jubeas en flor y Trafalgar (me habría encantado que alguien me la presentara, sigo siendo tímido y Angélica también es una mujer pantera); el de María Fasce, llamado Diario de una madre, de una ternura y un sentido del humor que me conmovió; el de Vera Fogwill, que se pregunta si las mujeres que no hacen nada no tendrán la razón y que además está lleno de frases brillantes (“Hay un hilo dental que nos une a todas,” por ejemplo); y el de Sandra, como siempre. También me gustó el de Vanesa Ragone, que se llama Safe como la película de Todd Haynes y discurre sobre el inescapable enfrentamiento entre quienes conciben el amor como algo safe, seguro, y los que entendemos que safe love es una contradicción en los términos.
Si se topan con el libro, no lo dejen pasar. En su introducción, Mori Ponsowy define el camino emprendido por las mujeres del último siglo como una revolución sin muertos; ver el éxito que han tenido me llena de coraje, en este mundo al que le vendrían tan bien otras revoluciones semejantes.