El físico alemán W.O. Schumann probó hace medio siglo que la Tierra se halla rodeada por un campo electromagnético que se forma entre el suelo y la parte inferior de la ionosfera, 100 kilómetros encima de nosotros. Ese campo tiene una resonancia constante de 7,83 pulsaciones por segundo.
La resonancia de la Tierra (Resonancia Schumann) se había conservado por miles de años en 7.8 hertzios, pero desde 1980 se ha venido elevando hasta llegar hoy día a 12 Hertzios. Esto significa que 16 horas equivalen ahora a un día de 24 horas. El tiempo, por tanto, se está acelerando de verdad, no sólo en mi percepción mental. La Navidad está cada año más cerca que antes.
Los animales vertebrados, entre los que nos contamos, y el cerebro humano, tuvieron siempre esta misma frecuencia de 7,8 hertzios, que era la adecuada para conservar nuestro equilibrio natural, al mismo paso que “los latidos del corazón de la Tierra”. A la pulsación acelerada de 12 hertzios, como ocurre ahora, todo dejó de ser normal. Vamos más rápido, cuerpo, mente, ambiente, tiempo y realidad.
Y a la par de grandes desequilibrios ecológicos, tales como las perturbaciones climáticas, tsunamis, huracanes y erupciones volcánicas, no sólo se acelera nuestro sentido del tiempo, sino que cambian nuestros patrones de sueño, y cambia nuestro sistema inmunológico. Cambia nuestro ADN, “de 2 fibras, de regreso a un ADN de 12 fibras”. Y también crecen las tensiones humanas, y los conflictos bélicos, los odios religiosos y raciales. El corazón del mundo bate más aprisa, con ansiedad y temor.