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Escrito por

Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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La chimera

Hacía tiempo que no veía algo que me gustara tanto. La chimera de Alice Rohrwacher es un tesoro cinematográfico en el que la nostalgia por lo analógico se convierte en el único hilo posible para garantizar algo de cordura. Dirigida con maestría por la cineasta italiana -también directora de Lazzaro Felice y Le meraviglie, imperdibles-, esta película es un testimonio de su habilidad innata para tejer historias que trascienden lo convencional. Desde Kraftwerk a Battiato agilizando la banda sonora, pasando por una Isabella Rossellini que cada vez se parece más a su madre, las tumbas de una Italia expoliada… Podría parecer que la belleza de lo roto no es más que un simple mito.

Ni siquiera puedo decir que me haya gustado por la suculenta puesta en escena, más bien me ha maravillado por todas las veces en las que rompe con lo convencional, se aleja de lo que pensamos que va a ocurrir; la disrupción del imaginario propio. Y ese final, qué dolor...

En el corazón de esa quimera late un amor imposible, una búsqueda desesperada que lleva al protagonista, Arthur, a terribles actos de perdición en su obsesión por encontrar a Benjamina, su amor, su vida, la que nunca estuvo hecha para los ojos del hombre. En su frenética huida hacia adelante, Arthur colisiona contra lo invisible, el enigma, mientras se cruza con una variada galería de personajes. Sin embargo, aquí lo importante es el telón de fondo, ese algo distinto, especial, la esencia del cine italiano se manifiesta en un certero esplendor: desde los personajes pícaros hasta las paredes desconchadas, la tierra que ensucia la ropa, el bullicio de los niños y sus piojos, los carabinieri, la red ferroviaria de un país en crisis total, la herencia de las narices griegas, el soniquete toscano... Cada detalle captura la esencia del neorrealismo italiano, y en las manos talentosas de Alice Rohrwacher, esta herencia cinematográfica queda revitalizada.

 



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21 de abril de 2024

Sr. Scott Libros, 2023

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Los búlgaros

 

Solo y triste, dos cosas que incluso el más cerril, sin haber estudiado en profundidad el alma humana, entiende que son comórbidas. 

 

Los búlgaros es una colección de relatos del talentoso escritor y periodista Gonzalo Núñez. Chamberí, pisos de alquiler, anhelos de pasión, fantasía y robos con violencia. Ya había leído a Gonzalo hará más de diez años así que puedo decir que me ha hecho mucha ilusión comprobar que la literatura sigue moviéndose en él. Su lectura está llena de surrealismo y parodias, conjeturas felices y situaciones hilarantes sobre la revolución amorosa. ¡Por lo menos las relaciones humanas todavía son interesantes! Lanzo una pregunta: ¿El amor sigue siendo líquido o ya no queda nada de eso?

Gonzalo Núñez perfila una galería de personajes entrañables que se enfrentan a las trampas infinitas del amor en un mundo cambiante y embarrado. Locos y soñadores, parece que sólo ansían la belleza si su búsqueda implica sumirse en una vorágine. Ecos de Nouvelle Vague, referencias decimonónicas, incluso Napoleón campando a sus anchas por Madrid, y una larga lista de reflexiones empedernidas.

Diría que el tema central de esta colección de relatos gira en torno a la ridícula obsesión por el amor, palabras exactas de Christian, el protagonista de Moulin Rouge, ante el desengaño amoroso que sufre por la cortesana Satine. Se me quedó grabada esa frase al visualizar por quincuagésima cuarta vez esa película que seguimos teniendo en DVD. Y es que sí, el amor es ridículo, y enamorarse un motor hacia el peligro, pero hay que hacerlo por lo menos una vez en la vida.

El humor es para los sabios y admiro al que es capaz de ponerlo por escrito sin perder ni una pizca de dignidad. Conociendo a Gonzalo, es inevitable no imaginárselo como el protagonista eterno de estos relatos.

¡Ah! Debo decir que es un libro para leer en primavera o verano.

 

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15 de febrero de 2024
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Amar el bien

Navidades y Reyes leyendo los diarios de Tolstói. La entrada del 17 de agosto de 1852 dice así:

“La disciplina es necesaria únicamente para los conquistadores. Para todas las personas existe un camino especial a lo largo del cual cada proposición se convierte en verdadera. Nada me ha convencido tanto de la existencia de Dios y de nuestras relaciones con Él como la idea de que las facultades dadas a todas las criaturas van de acuerdo con las necesidades que estas deben satisfacer. (…) La fe, según el nivel de evolución del hombre, refuerza su veracidad.”

Que la estructura y las capacidades de las criaturas —nosotros: humanos imperfectos— sean un testimonio de la existencia de Dios, hace que esa armonía sea suficiente para regalarnos la posibilidad de una conciencia mayor. En lo cotidiano, la conciencia se ha convertido en una simple función auxiliar que crea morales diversas y a conveniencia de cada uno. Poco a poco, van surgiendo nuevas religiones en forma de ideologías corrosivas que no presentan capacidad de ahondamiento. Una simple retahíla de palabras es más que suficiente. Nadie está a salvo de los dogmas actuales.

La Navidad debe haber perdido mucho desde la domesticación de la corriente eléctrica. Claro que no lo sé con certeza porque no me tocó vivir esa etapa, pero me hubiera gustado conocer esa felicidad antigua que supongo tan bella y a veces idealizo impulsivamente. Hoy, casi todos hablan de la Navidad como un estado de tensión familiar, objetos decorativos clónicos y estómagos a prueba de bombas. Dentro de la amargura, cada vez más personas repelen estos días. Nunca lo entenderé.

Al día siguiente, 18 de agosto de 1852, Tolstói escribe: “He aquí cuatro reglas que guían a los hombres. 1) Vivir para la propia felicidad. 2) Vivir para la propia felicidad haciendo el menor mal posible a los demás. 3) Hacer por los demás lo que te gustaría que los demás hicieran por ti. 4) Vivir para la felicidad de los demás.”

Amar el bien porque es agradable y útil.

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8 de enero de 2024

Una orquídea fantasma

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Anotaciones sobre orquídeas

En 1994, John Laroche y tres indios seminolas fueron arrestados por robar especies raras de orquídeas en la Reserva Estatal del Fakahatchee de Florida. Resultó que Laroche era el jefe de esos indios cazadores de plantas exóticas que, sin embargo, eran los únicos autorizados a recoger orquídeas. Al parecer, la ley los ampara bajo un hecho muy simple: practican antiguos rituales sagrados con ellas. Cuando los detuvieron, Laroche dio el nombre botánico de todas las plantas robadas y explicó a los agentes de policía que las iba a tratar en su laboratorio con el fin de clonarlas y venderlas a coleccionistas. La detención salió en la prensa local y Susan Orlean, una periodista y escritora de Nueva York, se interesó por la historia. Unas semanas después, Orlean se plantó en Florida para acudir al juicio y, tras una serie de acontecimientos locos, acabó escribiendo El ladrón de orquídeas.

Todos sabemos que las rosas siempre lideran las ventas de flores. No obstante, el comercio internacional de orquídeas da mucho más dinero por su excentricidad: se dice que alguien, en algún lugar del mundo, llegó a pagar veinticinco mil dólares por una orquídea. Algunos queremos seguir pensando que el coleccionismo hace que el mundo parezca un lugar fascinante, lleno de oportunidades. En la Inglaterra victoriana, llamaron «orquidelirio» a la locura que revoloteaba alrededor de estas flores, una pasión equivalente a la fiebre del oro, la del petróleo e incluso la filatelia. Las orquídeas atraen a personas obsesivas y su coleccionismo total es imposible, hay miles y miles de especies, además de las creadas artificialmente en laboratorios. La clonación de plantas es una práctica bastante común en la actualidad, a pesar de que este método solo comenzó a utilizarse a partir de finales de la década de 1950. Una curiosidad: Laroche utilizaba el microondas para alterar y esterilizar las semillas antes de cultivarlas.

Ciertas orquídeas han desarrollado la capacidad de imitar la apariencia de las hembras de insectos polinizadores, atrayéndolos hacia ellas. Este mimetismo sexual confunde a los insectos machos, induciéndolos a intentar copular con su flor. La palabra orquídea deriva del latín orchis, que significa testículo; no sólo le hace un guiño a la forma de sus tubérculos subterráneos, sino también al hecho de que, hace mucho tiempo, se creía que las orquídeas brotaban del semen derramado por los animales durante el apareamiento.

En Florida, las orquídeas son desmesuradas y su capacidad de adaptación y mutación es inimaginable. En el libro, Orlean dice que hay que querer algo muy apasionadamente para ir a buscarlo hasta el Fakahatchee, de ahí que se decidiera a buscar la orquídea fantasma, una especie hipnótica de características únicas. La orquídea fantasma acabó convirtiéndose en un elemento central de su historia debido a su rareza y a la conexión que podía establecer con Laroche, quizás fue una excusa para intentar obsesionarse tanto como él. La orquídea fantasma crece sin clorofila y se nutre exclusivamente de hongos. Puede que sea una de las especies más difíciles de encontrar. Su flor exhibe un color blanco níveo que resalta en medio del verde oscuro de los humedales donde crece. De sus pétalos se desprenden otros dos pétalos inferiores que se tuercen hacia abajo, da la impresión de que está suspendida en el aire y se mece según sopla el viento. No es de extrañar que sólo puedan sobrevivir en climas perfectos que nadie nunca podría replicar artificialmente.

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15 de noviembre de 2023

XIX Premio Tusquets Editores de Novela 2023

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Nada que decir

Lo intelectual dejó de interesarle, las ideologías, los avances de la humanidad eran para otras, ella quería historias tiernas, ninguna historia ni conversación le interesaba si alguien no amaba o alguien no sufría.

Silvia Hidalgo, sevillana nacida en 1978, ingeniera informática y autora de Yo, mentira (Editorial Tránsito), es la ganadora del XIX premio Tusquets de novela con Nada que decir.

¿Qué pasa cuando se nos va rompiendo el corazón poco a poco? Nada que decir trata de una mujer que pierde su identidad, que se desvía del impulso vital y acaba encajada en la pobreza de lo cotidiano. Su protagonista quiere sentir el mismo asombro de la niña Bernadette frente a la Virgen de Lourdes, necesita que ese acontecimiento divino y sanador ocurra cuanto antes. Conducir lejos, huir de la felicidad del hogar, del calor, de la oficina, de los libros y de la música, de todo intelecto; que solo ansía llegar a ese páramo, donde se hable de otro modo, con otro acento más cerrado, más tosco y encontrar un milagro.

Desde que se nos dijo que el amor dura tres años, la vida parece un sinvivir de cifras inexactas y errores premeditados. La novela está llena de esperas, paréntesis amargos; la ausencia del mensajito, la señal de amor que todo lo cura. El mensaje del amado, un capricho. Como siempre, la sensación de caos arrasa tras el zarpazo emocional y el futuro negro parduzco que nos acecha acaba con toda ilusión. No se puede volver atrás. Nada que decir también trata sobre la pérdida y el duelo; un duelo que no termina de manar, no brota, no llega a nada, se queda en la superficie de todas las cosas que nos quedan por hacer. La protagonista escarba en la fuga mental, se obceca en la percepción de sí misma, configura sus propios finales; pero, ¿acaso no es lo que todos hacemos?

Como no hay crimen sin motivo, tampoco hay escritor sin circunstancias propias. En la presentación del premio en Madrid, Silvia dijo que ella no podía escribir como si fuera otra, que no podía hacer otra cosa, y estaba más tranquila que nunca porque eso quería decir que el misterio se había acabado.

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30 de octubre de 2023
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Sobre Malinowski

Toda la pasión de Malinowski surgió de una pregunta: ¿Cómo funciona una sociedad? Cuando llegó a sus manos La rama dorada de James Frazer, quedó profundamente conmovido. A veces, sólo hace falta un libro. El amor por la antropología lo condujo a Australia y Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, corría el año 1914 y el asunto bélico lo desterró a las islas Trobriand para evitar ser internado como enemigo extranjero. Durante su estancia, investigó el intercambio kula, una tradición ceremonial entre las islas Trobriand y otras del Pacífico occidental en la que se intercambian brazaletes y collares. Los collares, gargantillas hechas con conchas, circulan en el sentido de las agujas del reloj entre las islas; los brazaletes, en dirección contraria. Estos objetos no tienen valor monetario, pero al mismo tiempo lo significan todo. Son el lazo —el nexo, la unión fundamental— de las relaciones sociales, la manifestación inequívoca de las alianzas entre los habitantes de las islas. Viajan en canoas buscando esas otras islas donde ofrecer los bienes, recorriendo kilómetros y kilómetros de mar para cumplir con el intercambio. Lo que importa no es poseer, sino el sentido de comunidad y correspondencia: ambas logran una libertad perpetua. Malinowski escribió que todos los aspectos de la vida social buscan satisfacer necesidades comunes: comida y techo, es decir, las necesidades biológicas. Exploró en profundidad, pasando mucho tiempo solo y distante, haciéndose las mismas preguntas una y otra vez. ¿Qué era una sociedad? ¿Qué la determinaba? No encontraba respuestas. Pasó dos años enteros en las islas. Tenía momentos de desesperación, de tristeza infinita, en los que se encerraba en su choza para leer. Se sabe que se hizo amigo de un vendedor de perlas y un médico, ambos también expatriados.

Sólo avanzó en su investigación cuando aprendió el idioma local, kilivila. Nadie entendió cómo lo aprendió tan rápido. Entonces, sólo a través del lenguaje común, se dio cuenta de que la magia era la única esperanza para los trobriandeses. La magia lo explicaba todo, se revelaba como la única solución. La magia explicaba la pesca, el amor, las cosechas, la lluvia, los embarazos. Las mujeres eran fecundadas por los espíritus de los muertos. El mundo de los muertos era una realidad cercana a la suya. La guerra sólo ocurría a través de la magia. La magia era su contexto mental, el contexto de toda una sociedad: un hilo fantasma. La enfermedad, las peleas, todo lo malo crecía a través de la magia. Una magia constante, inalterable; a veces, incomprensible.

Nota mental: La magia aparece donde no tenemos control y sólo las pasiones hacen del mundo un lugar más manejable.

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21 de agosto de 2023
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Cosas chulísimas

Veinte mil euros como veinte mil leguas de viaje submarino, pero quítale la épica. Dar veinte mil euros a un adolescente es parte de las cosas chulísimas que la izquierda ha ideado para conseguir una sillita en el congreso. Hay panfletos políticos que ni siquiera colarían como carta a los Reyes Magos. Lo cierto es que un voto nunca salió tan caro y el mercado está fatal.

En primero de carrera me concedieron una beca de 8000 euros. No sé qué hubiera sido de mí sin esa beca y la ayuda de mis padres. Lo que sí sé es lo que hubiera sido de mí si no me hubiera esforzado en conseguirla. Nada bueno, las cosas como son. Ya sabemos que a los 18 no se razona, ni siquiera lo hacemos ahora. No pensar es una cosa chulísima y mola mucho. Estamos creando una sociedad que prolonga la adolescencia: los 30 son los nuevos 20 y los 40 los nuevos 30. Qué bonito sería si alguna acción política procediera de un deseo sincero por hacernos mejores. A cualquier sector político le conviene gente inmadura y manipulable. La edad temprana es mágica y los proyectos verdaderos son para siempre. Así debería ser, pero amanecemos desnortados, rodeados de propósitos ambulantes, idas y venidas sin convicción. Y sí, claro que sí, la juventud está perdida, estamos todos majaretas, y dentro de esa perdición nos rebelamos, nos encontramos en plena metamorfosis y aprendemos un poco. La adolescencia es una turbulencia espantosa de la que conservamos los recuerdos más bellos.

Es mucho mejor ser un inadaptado que un comodón. En la comodidad no sucede nada, no nace nada de nosotros, sólo esterilidad. Margarita de Navarra dijo algo que me gusta. La gente finge que no les gustan las uvas cuando las vides están demasiado altas para alcanzarlas. Parece que la gran conspiración del sistema es que no aprendamos, que no nos esforcemos ni sepamos de lo que somos capaces. En definitiva, la relación del hombre con el fracaso es mucho más fértil que la posibilidad de un cheque.

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4 de julio de 2023

El Roto

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Planeta Tamagotchi

Las consecuencias de la actividad científica son el marasmo, el apocalipsis, el caos, la barbarie, el desorden en el que actualmente se mueve la humanidad. La ciencia es el caballo de troya de la tecnología, la tecnología es satánica en el sentido etimológico de la palabra diabólica, que significa desintegradora, separadora. La ciencia ha troceado, ha separado al ser humano de la naturaleza y eso, probablemente, es lo que en la religión cristiana se llama pecado original, pecado contra el espíritu.

Son las rápidas palabras de un jovencito Sánchez Dragó entrevistado en Canal Sur. Me gustaba mucho Sánchez Dragó. Su sola presencia (¡desmesurada!) en el panorama nacional, obraba un efecto casi benéfico para los que sólo nos gustan las opiniones que se salen del tiesto. Encuentro muy cierto lo que dijo hace ya muchos años: la tecnología es culpable del desorden en el que nos movemos. No hay más absurdidad que no querer ver nada más que lo que nos da la ciencia, que la ciencia resolverá cualquier problema. Similar es lo que escribe Marcuse en El hombre unidimensional: «La sociedad tecnológica es un sistema de dominación sobre la vida de las personas». Uno lee estas cosas y piensa en ese comentario tan común que nos decimos los unos a los otros: que la tecnología no es buena ni mala, sólo depende del uso que le damos. Sí, de acuerdo, pero somos dóciles, dóciles hasta con lo que está absolutamente mal, dóciles hasta para olvidarnos de las cuestiones del espíritu.

El avance científico es dogmático. Se ha llegado a decir que nunca más las cuestiones de la conciencia deberían frenar los progresos de la ciencia pues la ciencia no da alternativa, lo otro sí. De igual manera, el catálogo cultural actual viene sometido a las redes sociales y su presión por estar ahí, sometido a la forma concreta y algorítmica con la que podemos meter todo lo que se hace llamar cultura en la pantallita del móvil para que, de alguna manera, sea real. Ya hay tantas películas en las que los humanos buscan el amor a través de una pantalla… Quizás el Tamagotchi sea el origen de los males que nos acusan. La lección es obvia, pero difícil en su práctica: sólo si buscamos los lazos humanos, la belleza del vínculo terrenal, obtendremos dignidad.

El auge de la inteligencia artificial, Siri, toda la cuestión robótica, hasta el tema espacial y, por supuesto, las pelis futuristas, me aburren. Lo cierto es que preferiría morir antes que acercarme a lo que sea que es eso de la inteligencia artificial o el funcionamiento de las criptomonedas. Poco a poco, una se va dando cuenta de que cada vez se encuentra más desenchufada del mundo que se nos plantea. Me estoy quedando atrás y no he cumplido ni los treinta. Por el amor de Dios, ¿qué va a ser de mí? Y sin embargo me acecha una pregunta: ¿qué haría yo sin mi Google Maps? Adoro Google Maps. No podría vivir tanto y tan rápido sin él.

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17 de abril de 2023
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Memoria sentimental

Corazón tan blanco es el mismo libro de todos los inviernos. Vuelvo, una y otra vez, a fragmentos que ya ni recordaba. Fragmentos que parecen melodías, que sólo consigo recordar si empiezan a sonar, tres segundos bastarían para saber cómo siguen. Pedazos de literatura, frases sueltas o páginas enteras, que recuerdo como una película de infancia, la canción de desamor que escuchaba en bucle hace cinco años o el rostro de alguien en quien me fijé con esmero. Forma parte de mi memoria sentimental. Es posible que, para algunos, Corazón tan blanco sea una novela sobre las consecuencias de no usar la razón. Para otros, el resultado de pensarlo todo demasiado.

La escucha escondida de las primeras páginas marca los tiempos de la novela. Escuchar, saber, es peligroso. Se intuye que el gran misterio de la vida es la gente. ¿Por qué hacen lo que hacen? Ese no he querido saber, pero he sabido puede marcar una vida entera. Un corazón tan blanco que poco a poco se va ennegreciendo pues, como bien dijo Marías, no se sabe si es tan blanco por ser demasiado puro o, simplemente, por ser un cobarde. Cada uno libra sus propias batallas, de ahí que el imaginario de Javier Marías, sus divagaciones constantes, logren emocionarnos. Hoy me doy cuenta de una cosa: las pasiones amorosas, diversas, son raras. Sólo funcionan si son sutiles, si se hacen de rogar. Si existe, en la cabeza del apasionado, ese conjunto de posibilidades, imaginaciones varias y muchas dudas, fruto de la incertidumbre.

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16 de marzo de 2023
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Las voces de Adriana

Podría no avanzar jamás si me parase en cada palabra. El sentido de la literatura es lo que me han enseñado que es el sentido, con sus correspondientes negaciones. Cada cosa contiene a su contrario. La transgresión pone en primer plano la norma. Y, en todo caso, es imposible saber cuándo se está haciendo literatura, porque se ignora lo que es la literatura, aunque no por defecto, sino por exceso: hay demasiadas definiciones de lo literario.

 

Como una voz del subsuelo, Las voces de Adriana es un libro atípico y esclarecedor sobre la dificultad humana. Se trata de un tríptico sobre la familia y el peso de la frustración, un eco lacerante. La primera parte, dedicada al padre y a la protagonista como simple espectadora de la vida de los demás, es, sin duda, la parte con más garbo. Vivir en los márgenes es agotador. Adriana, la protagonista, lo sabe. Disfruto muchísimo leyendo a Elvira Navarro porque narra la lobreguez del mundo gracias a su escritura escrupulosa, señal de estilo e identidad desde que firmó esa novela tan perfecta llamada La ciudad en invierno.

Las voces siempre recuerdan el paso del tiempo, la importancia de la memoria infantil, esa nostalgia tan familiar que nos acecha en los momentos más extraños. Para encontrar el perfecto equilibrio entre el paso del tiempo y los miedos particulares, unos deseamos aligerarnos, aprender el don de la espiración; otros, mantienen y alimentan el ímpetu por ensanchar tentáculos y conquistar. Adriana no sabe cuál es su dolor, si la pesadez del tiempo presente o el miedo a un futuro en el que se ha quedado sin familia. Uno de los temas recurrentes es el entendimiento de la existencia misma. Me atrae la voz de la protagonista desde esa intemperie tan dulce, casi inocente, tratando de abrirse paso en la búsqueda incansable del amor o, sin tanta grandilocuencia, algo de compañía para pasar el rato.

«Se decía que nadie se acostumbra a las caídas, a pesar de estar todo el rato cayendo, como quien no para de montarse en aviones y cada vez siente el mismo miedo. Las cosas no se superan. No se sabe qué pasa con ellas, pues a veces todo cambia inexplicablemente». Las novelas de Elvira Navarro implican ciertas atmósferas inquietantes. Marca de la casa. Este libro constituye un esfuerzo literario, un retrato sobre la complejidad humana y la manera en la que se traslada al monstruo de las redes sociales. Todo el amor, la esencia de una persona, incluso su inteligencia, se han visto reducidas a lo que plasmamos en redes. Aplicaciones para concertar citas, un listín de perfiles personales en línea, hilos de Twitter como pruebas de cociente intelectual… Un despilfarro de emociones. Con la viva voz de los familiares de Adriana -la tercera parte de la novela-, Elvira Navarro delinea el oscurantismo propio de esa época: la vida de los señoritos, el orden instaurado y la falta de contacto con uno mismo. Es una lectura de gran valor pues ese idéntico oscurantismo se palpa en el tiempo presente.

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9 de febrero de 2023
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