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Escrito por

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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Tocando el piano

Por primera vez leo, en Etiqueta Negra, una teoría sobre el papel del bloguero en un gran sitio. Su autor es Juan Pablo Meneses, que vive -me parece- entre Chile y Argentina. Pero no importa, por la calidad de su visión creo que vive sobre todo en el lobby de hoteles. Su teoría es melancólica, acertada, musical, con un fondo de gran realismo.

Scott Fitzgerald (en Suave es la noche) explica que cada generación necesita sus músicas para identificar que tiene una vida propia, distinta de la de sus padres. Y, claro, la música, de la juventud alegre, termina en la interpretación cansada de un pianista de hotel. Aquí estamos. Música, bloguero.

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25 de febrero de 2009
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Leña

El título de este post es una mal juego de palabras sobre el nombre del crítico de ficción de The New Yorker, James Wood, y de esto trata en un artículo de la revista Prospect, "Cleaning way dead Wood", literalmente: "limpiando la leña". De vez en cuando sale algún artículo que dice algo de verdad sobre las polémicas en el mundo de la crítica literaria. Es el caso con este texto de Daniel Miller. Un texto en inglés -lo siento- pero imprescindible para entender la polémica real, y noble en el fondo, que opone James Wood a Zadie Smith.

¿De qué se trata? De la denuncia, ya muy antigua, que hizo Wood del "realismo histérico". Novelas que ofrecen historias inverosímiles, de un postmodernismo perfecto pero donde no cabe la vida humana, la vida real tal como se conoce en sociedades humanas. Wood, denunciando en esta época a Smith, llegaba a hablar de unos especialistas en la escuela sociológica de Francfort disfrazados de novelistas para producir historias enormes.

Esta polémica, la conocemos a fondo, incluyendo la hermosa respuesta de Smith en el New York Review of Books explicando que la novela en este momento tiene la posibilidad de escoger entre dos caminos. Un camino abierto, que deja muchas preguntas disponibles, sin respuesta para el lector (el verdadero realismo para ella) y un camino más convencional, más formal, donde reconocemos el camino de Wood. El camino de Wood viene de Stendhal explicando que una novela es lo que se ve en un espejo desplazado por un novelista a lo largo de un camino. Wood me encanta. Su libro How Fiction Works es para mí luminoso, pero hay una dignidad herida y culta en Smith en el momento de responder. Todo esto me parece muy bien explicado en el artículo de la revista Prospect. Su autor denuncia claramente el blog que todos conocemos para atacar a Wood  y mantiene una posición yo no diría neutral (apunta de manera más favorable hacia Smith) pero respetando a ambos protagonistas. Ahora bien, no sé si plantearse alguna pregunta sobre una posible pérdida del dominio de la crítica por parte de Wood ya no es un gran ultraje.

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24 de febrero de 2009
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La gran radio de Cuba

Hay 87 radios en Cuba. Las de toda la isla y las de cada provincia. Hay la viejísima "Radio Reloj" con su ruido de fondo que marca los segundos e inspiró una canción a Manu Chao. Pero la radio de verdad, la que todos escuchan es "Radio Bemba", es decir, el rumor de la calle, hablando de amores, peleas hasta el más alto nivel del poder. "Radio Bemba" anuncia las restricciones antes del anuncio oficial, dice lo que viene como abastecimiento y, aún más lo que no viene. El problema con "Radio Bemba" es la floja cobertura de su contenido por los corresponsales extranjeros en La Habana. Lo que hace muy precioso los datos entregados hace poco en el blog del Knight Center for Journalism de Austin, en Texas. Hubo varios artículos en inglés sobre "Radio Bemba" y me parecen una lectura imprescindible para entender lo que pasa en la isla.

Lo mejor es la "telenovela Obama" de Julio Loffe en la revista de periodismo de la universidad Columbia. Una explicación con muchos detalles de cómo los Cubanos siguen los canales de televisión por satélite de EE. UU. hasta tal punto que es la única fuente de información profesional que alimenta a "Radio Bemba".  Mary Murray, de NBC, cuenta casos concretos  de información acertada o falsa difundida por "Radio Bemba", incluyendo una sabrosa anécdota sobre el cantante de los Van Van respondiendo con una canción a un medio que supuestamente no existe. Eloise Quintanilla cita en el Christian Science monitor a un oficial cubano a firmando que 37,6 % de los hogares de La Habana se conectan con los canales de televisión de EE. UU. Un dato loco, pues nadie lo sabe, pero de todas maneras todos se enteran de lo que dice la TV de los yanquis.

Pequeña fe de error: sí, hay una periodista que da una cobertura inteligente de "Radio Bemba" para los que viven fuera, la magnífica bloguera Yoani Sánchez.

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23 de febrero de 2009
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Prejuicios

La sección de libros del sitio del periódico inglés The Guardian tiene una serie maravillosa: "top ten". Se le pide a una persona cuáles son los diez libros que hay que leer sobre un tema: el nazismo, el baloncesto o el arte de la cocina. Es un formato cerrado, eficiente, rápido, sabroso, excepto cuando se trata de escoger los libros de viaje en América Latina. El autor de la lista es el escritor y autor de documentales inglés Hugh Thomson. Es un conocedor de América Latina y sobre todo de Perú, pero sus libros a configuran para mí el "top ten" de los clásicos perjuicios del mundo occidental.

Aquí viene la lista:

1. The Motorcycle Diaries, A Journey Around South America by Ernesto Che Guevara. 2. Mad White Giant by Benedict Allen. 3. Tristes Tropiques by Claude Lévi-Strauss. 4. Travels with a Circus by Katie Hickman. 5. Robbery Under Law: The Mexican Object-Lesson by Evelyn Waugh. 6. Love in the Time of Cholera by Gabriel García Márquez 7. Mornings in Mexico by DH Lawrence. 8. In Patagonia by Bruce Chatwin. 9. The Lawless Roads by Graham Greene. 10. Keep the River on Your Right by Tobias Schneebaum.

Basta revisar esto para entender que América Latina tiene revoluciones (Che Guevara), locos y monstruos (Benedict Allen, Katie Hickman), salvajes (Levi-Strauss, Schneebuam), delincuentes (Greene, Waugh). Son meramente Gabriel García Márquez, Bruce Chatwin y DH Lawrence, con los libros señalados, quienes asumen la posible existencia de una vida normal para pueblos que a pesar de un talento fuera de la común tienen pasiones mortales. ¿Pero acaso no existe un ser humano normal, feliz, pacífico y que no se auto-come en América Latina?

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13 de febrero de 2009
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Síntomas de crisis

Hay que mirar cuidadosamente los cambios de consumo en los momentos de crisis. Dicen mucho sobre el ánimo colectivo. La semana pasada, al hablar con un amigo, presidente de unas de las agencias de publicidad en París, me entero de que los dos productos que mejor se comportan en Francia en este momento son el carmín de labios y el chocolate. "Son productos síntomas de la auto-indulgencia, me explicó mi amigo; cuando los tiempos son difíciles, uno intenta poner buena cara pero a la vez se autoriza un pequeño placer culpable que le puede hacer engordar". Me gusta la palabra: vivimos tiempo de auto-indulgencia.

Al escuchar esto (es verdad que tenemos una crisis cuyo tamaño desconocemos) me acuerdo del curso de un profesor de historia de la ideas políticas, Raul Girardet, un hombre de derecha, en el Instituto de Ciencias Políticas. "Francia, decía este señor, no quería combatir en la Segunda Guerra Mundial. Su pueblo quería la vida fácil como lo vemos en la tres publicidades más presentes de los años 30: Banania (un chocolate), Cadum (un jabón) y la Vache qui rit (un queso industrial). Estos productos y sus publicidades mostraban un negro alegre, un bebé alegre y una vaca alegre. No se prepara un país al combate con este espectáculo".

La pregunta ahora es: ¿cuál será el icono de la crisis económica? Ya modifica los comportamientos pero no tiene una imagen como resumen de su gravedad.

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9 de febrero de 2009
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Texto e hipertexto

Para los que leen el francés un excelente párrafo en un texto del psicólogo Yann Leroux:

"Le texte est social, l'hypertexte est hypersocial. Il y a un travail de l'crit qui traverse toute la culture et l'criture numrique, par ses proprits : le copier-coller, l'dition, la sauvegarde, la destruction en multiplie les effets. Ecrire, c'est lier, de Lascaux l'OuLiPo, des tatouages l'hypertexte. L'criture est en lien avec la trace et le dpt, deux choses que nous rencontrons quotidiennement dans nos usages du rseau. Partout, nous laissons des traces de nous mme. Et il nous faut des espaces de dpot pour stocker un moment ce qui nous passe entre les mains et le redistribuer. Il n'est pas un endroit de l'internet qui ne fonctionne sur ces deux modalit: store et forward."

En español, la frase clave es: "el texto es social, el hipertexto es hipersocial. Escribir es dejar una huella y almacenar. Escribir en una versión digital permite utilizar de manera plena e inmediata el potencial de la escritura. Todo Internet, dice Leroux, se puede describir con dos verbos: almacenar y mandar."

(Texto encontrado a través del blog La Feuille)

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5 de febrero de 2009
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A propósito de Updike

No faltan los artículos, necrológicas y otros saludos para John Updike, quien murió hace un par de días. Su revista, The New Yorker, le dedica un gran espacio en línea; el Los Angeles Times hace una rápida y buena valoración (me gusta la idea de recordar a un Updike malo como con su novela the coup y aun peor Brazil que es una mala caricatura de América Latina). Me parece mejor releer una clásica entrevista publicada por El País. Es Updike en sí mismo, el hombre del noreste de EE. UU., escritor clásico y  artesano que consigue vender a los clientes de la industria cultural.

Como millares de otros periodistas, entrevisté también a John Updike. Era los años 80, en su casa, cerca de Ipswich. Mi recuerdo es el espectáculo de un hombre rodeado de libros. Había tantos libros que formaban una barricada entre el hombre y la vida. Por eso me parece que al final Updike fue antes de todo un gran crítico. Pero un crítico con corbata y trajes Brooks Brothers, crítico de un arte siempre bien peinado.

Al enterarme de su muerte revisé dos libros suyos que quedaban a mi lado: Picked-up pieces y Hugging the shore. Abarcan 1377 páginas de compilación de sus críticas literarias. Se ve un dominio fenomenal de la literatura clásica. Y una lectura amistosa de la literatura moderna (con generosidad hacia sus compañeros). Pero al final se nota una cosa en este hombretón abierto a la literatura del mundo entero: no fue capaz de entender lo que se escribía en América Latina. Y noté sobre todo un rasgo muy significativo: para él, el gran autor de la otra América era Borges, lo que dice mucho de un temor a la vida no filtrada por la voluntad de ser culto e inteligente en el momento de describir la vida.

El interés por Borges, cuando viene de fuera, siempre es el síntoma de iuna dea de encontrar un escritor que tenga algo de europeo en América Latina.

(Fotografía: Milwaukee Public Library)

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30 de enero de 2009
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Cuadernos de una vida

Michael Bierut es uno de los diseñadores del estudio Pentagram en Nueva York. Aparte de añadir que es un gran comentarista, no voy a decir más sobre una de las figuras más conocidas del mundo del diseño. Pero por otra parte, Bierut es uno de los editores de un blog imprescindible: Design Observer. Acaba de publicar un post que cuenta su vida en una fotografía: desde el año 1982, utiliza siempre un mero cuaderno de clase, de los más baratos que pueda existir: una "composición notebook" que se vende en todas partes en EE. UU. Lo que quiere decir que ahora está en el notebook 85. Tiene toda su vida en unos cuadernos.

Su post lo cuenta muy bien y nos hace pensar mucho en el valor del papel frente a las memorias RAM y ROM y a los discos duros que utilizamos. Cuidado: se trata de cuadernos para apuntar, no de cuadernos para hacer bocetos. La fotografía de Bierut que reproduzco me da envidia. Qué maravilla, poner toda una vida en posición vertical sobre una silla.

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29 de enero de 2009
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El último Marai

"Estoy esperando el llamamiento a filas; no doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora", escribe Sandor Márai en su diario, el 15 de enero de 1989. Seis días después, el autor húngaro se mata de un tiro en la cabeza, rematando a la vez un interminable exilio empezado en 1948. ¿Qué más se puede decir del fin de un genio? El último diario del autor, que abarca los años 1984-1989 (editorial Salamandra), es para mí la confirmación de que tenemos en Márai uno de los grandes escritores del siglo XX.

Desde el éxito de la reedición de su novela El último encuentro, los libros de Márai no se van de las mesas en las librerías del mundo hispanohablante. Se traduce poco a poco toda su obra y nunca nos decepciona. Temía la lectura de estos diarios cuya publicación empieza por el fin. Creía encontrar la amargura de una derrotada historia: irse de Budapest para terminar su vida en San Diego, al sur de California, no es -no puede ser- un sueño para Márai. Pero la lectura entrega un Márai monumental, un hombre que no se detiene en los detalles y camina hacia su muerte como un caballero y un filósofo. Márai elude a los temores elementales y cita a Gide quien escribió "Paul Claudel piensa que se puede llegar al cielo en coche-cama". Márai no tiene coche y poco duerme en la cama; camina por la calle con un bastón, compra una pistola para ser el dueño de su propia salida y asume su vida de exiliado: lecturas, cartas desde Hungría y, por supuesto, el peso de los recuerdos.

¿Qué más hace Márai en sus últimos años? Cuida a su esposa, Lola, y su hijo adoptivo, Janos. Ambos lo adelantan en la muerte. Entonces, sólo queda Márai y el misterio de la vida. No intenta entregar un mensaje definitivo. Lee por la noche Gyula Krudy, poco conocido fuera de Hungría a pesar de ser el monumento literario de Budapest. Abre Don Quijote, "la novela más hermosa de la literatura mundial". Se pregunta quién tiene la razón entre los filósofos presocráticos: "los que consideraban que el universo era la inmutabilidad y los que creían que el universo era el cambio permanente".

"La muerte no constituye un problema. El hecho de morir sí" apunta Márai. Tenemos un gran testimonio de un caminar digno hacia aquel hecho.

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27 de enero de 2009
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Krauze y Chávez

Lo interesante en el estudio que Enrique Krauze dedica a Hugo Chávez Frías (El poder y el delirio, Tusquets editores) no es tanto lo que dice sino su manera de decirlo. Hay algo específico en el proceso del historiador y ensayista mejicano para acercarse a la figura del líder de la revolución bolivariana que resulta interesante y a veces provoca el desconcierto de su lector.

Krauze no cambia su viejo método: como escritor, entrega pequeños paquetes (relatos de encuentros, notas históricas, reflexiones, entrevistas, etc.) en lo que es una manera transparente de acumular sus datos. Al final, su lector saca conclusiones que van de la aprobación al rechazo. Unas muestras:

1. El uso del "providencialismo estudiantil" para recordar cómo estudiantes mejicanos se solidarizaron con estudiantes venezolanos víctimas de la dictadura de Juan Vicente Gómez no produce nada. Y tampoco la voluntad de ver una semblanza entre los estudiantes venezolanos que se opusieron a Rómulo Betancourt y los que denuncian a Chávez. Cada generación inventa sus sueños y comete sus errores (aunque los estudiantes venezolanos de ahora me parecen muy acertados).

2.  La voluntad de leer la dimensión "teologicopolítica" de Chávez, de encontrar en la lectura de la historia latinoamericana hecha por el líder venezolano la lectura de una "sagrada escritura" es sumamente inteligente. El poder total es un poder temporal y espiritual. Chávez busca ser el profeta y escribir un nuevo evangelio; Krauze no es su apóstol.

3.  Me parece luminoso también la utilización de un texto de Carlyle sobre Cromwell (el primer europeo que hizo cortar la cabeza de un Rey, Carlos I, en Inglaterra). El colmo de la figura, claro, consiste en apoyarse en el comentario famoso de Jorge Luis Borges sobre este texto para explicar la voluntad de quedar impune de un líder como Chávez: "una vez postulada la misión divina del héroe, escribe Borges, es inevitable que lo juzguemos (y que él se juzgue) libre de obligaciones humanas. Es inevitable también que todo aventurero político se crea héroe y que razone que sus desmanes son prueba fehaciente de lo que es."

4.  Al final es dudosa la idea de llevar al lector al año 1959 para explicar la Venezuela de hoy a través del fracaso mediático del presidente Rómulo Betancourt frente al auge de Fidel Castro en Cuba. Al resucitar la figura de Betancourt (le dedica un capítulo entero) Krauze no explica al Chávez de hoy. La revolución bolivariana, no es una revolución cubana, soñada por los estudiantes venezolanos de 1958, y que se demoró 40 años. Hay que entenderlo: el delirio tiene talento para reinventarse sin utilizar la reencarnación de su poder en la figura de un militar jugador de pelota.

(PS: me gusta la neblina en la portada del libro, un poder revolucionario siempre se esconde)

 

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26 de enero de 2009
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