Borges vidente
He llegado a creer que los sueños no son un lenguaje cifrado sino una serie de asociaciones gratuitas de forma barroca; y juegan, por eso, a canjear imágenes entre espejos. En este caso, yo soñaba que Borges se había soñado ignorando del todo su ceguera, aunque yo sabía, como soñador de su sueño, que él, en verdad era ciego, y que el sueño le concedía la gracia de ignorarlo. Soy testigo de un Borges que se sueña vidente para dejar de ser invidente, como si el olvido le devolviera la memoria.
En alguna parte he recordado que la vez que lo conocí, junto a María, en Austin, me preguntó por el color de la madera del escritorio que palpaba, me dejó ajustarle el nudo de la corbata, y me pasó su bastón invitándome a sopesar su ligereza.
Sólo se me impuso su ceguera en el desayuno, cuando perdió sin alarma unos granos del cereal. María lo tomaba del brazo y él adelantaba su bastón tentativo. Se dejaba llevar, enamorado y liviano.
Mi sueño, entiendo, es vagamente melancólico, no porque Borges esté ausente, que no lo está, sino porque el recuerdo de su mirada ciega sobre uno es, cómo decirlo, doliente; no porque no pudiera vernos, ya que le bastaba con el nombre, sino porque uno no podía verlo mirar, verlo viendo.
He soñado que Borges no era ciego, tal vez, pienso ahora, porque he pasado estos meses descifrando algunas páginas suyas, inéditas; un breve ensayo manuscrito, la transcripción de una de sus conferencias en inglés, una divertida respuesta a la pregunta, ¿cuáles son los tres libros que Ud. se llevaría a una isla? Borges demuestra lo absurdo de las encuestas: ¿Uno de los tres, dice, podría ser la Enciclopedia Británica? Le pasé las copias a María Kodama la última vez que nos visitó en Providence, hace unos meses; y haremos una edición de variaciones borgeanas con el Centro de Arte Moderno, en Madrid, donde todo es gratuito, por amor al arte gráfico.
Pude advertir que su letra, breve y menuda, se iría cerrando conforme perdía la vista, haciéndose rasgada y dudosa. Me impresionó especialmente su firma, que pasó a ser no un garabato casual sino una, digamos, rigurosa tachadura. Todavía en 1982, cuando compartí unos días de su conversación en Austin, firmaba con un rasgo cerrado, anguloso y apenas legible. Podría describir casi cada letra, pero es la traza de escritura lo que más conmueve, no porque sea la firma de un ciego sino por la intensidad gráfica que apura su mano en la página.
Años después, en un seminario sobre su obra vista desde sus manuscritos, en Brown, entendí que esa firma era, en verdad, una cicatriz del lenguaje. De inmediato la asocié con la escritura de Vallejo, que literalmente nacía de su propia tachadura. Esta “poética de la tachadura” se desarrolló en un ensayo de Goretti Ramírez, en Brown, y en una tesis de Carlos Varón sobre María Zambrano, en Harvard. En la letra visionaria brilla una huella de tinta, casi como un aire de familia.
He contado en un relato (“El Arte de Narrar”) otro sueño con Borges. Me pedía él escribir un poema para un amigo suyo, cuyo hijo había muerto. Y le voy leyendo las estrofas, que mencionan la noche, el agua y la luna. Borges aprueba mi empeño y corrige un pareado. Pero en ese sueño él era ciego; y el poema era rimado, para ser recordado.
La letra ciega de Borges es remplazada en los textos finales por la letra aplicada de doña Leonor, su madre. No ha faltado gente imperiosa, inescrupulosa, que le ha copiado algunos borradores, que él dictaba mientras los componía y corregía de memoria. Carlos Argentino, lo digo con horror, no ha muerto: en el manuscrito de "El Aleph" que me tocó editar, ha creído ver una redacción repetida y trivial, y lo ha anunciado con entusiasmo.
He visto en el sueño los ojos vivos de Borges, animados por el candor y la ironía, por el mismo humor hospitalario de su conversación. Había perdido la ceguera sin haber ganado la visión. He soñado, me dice, aunque es él quien ha sido soñado. En rigor, no era ciego en el sueño, sólo lo era en la mera realidad. Yo solo he soñado la mirada milagrosa (milagro, después de todo, es ver más) despetar en el sueño.
2
Este ciego comparte el mundo que le ha sido dado ver y nombrar.
Me sorprende, me dice, esta condición extravagante y, al final, llevadera. Ya he dicho, y Ud. lo recuerda, que la ceguera no está tan mal, pero no la recomiendo.
Tal vez, respondo, Ud. ha soñado que dejaba de ser ciego y se ha visto a sí mismo tal como era antes de que las manchas de luz se apoderasen de sus pupilas.
Su explicación es más verosímil, respondió divertido, aunque comparto su gusto por lo patético. Pero más interesante es creer que en efecto uno, cualquiera, yo, Ud., en verdad está ciego porque está despierto. Lo que vemos nos hace creer que vemos, pero lo que no vemos revela que somos ciegos. ¿Me sigue Ud.?
Lo sigo a tientas, dije.
3
Más improbable, más extravagante, es creer que uno en el sueño ve todo pero al despertar no ve nada. Los sueños de un ciego sólo pueden ser las visiones de la sinrazón. Me parece que esta conversación ya la hemos tenido. ¿O Bioy nos está anotando, montado en su tintero?
En verdad estoy repitiendo, aunque no copiando, mi evocación de nuestra primera charla, que incluye 1) su memoria visual; 2) su glosa varia; y 3) la parte de ficción que perfila cualquier memoria.
No se preocupe, son charlas casuales y, por eso, hechas a favor de lo fugaz.No hemos sido tan anacrónicos como Petrarca, quejándose a Homero del gusto infame de su época.
Al menos Montaigne creyó charlar con Platón sobre el descubrimiento de América.
¿Buscaría un interlocutor a la medida de su asombro?
La conversación entre San Martín y Bolívar es perfecta: no la prolongan las palabras.
¡Seguirán discutiendo entre el tedio de los glosadores!
Unos y otros avivaban la charla.
[Publicado el 08/8/2015 a las 03:41]
Disfrute mucho esta lectura :-) mi frase favorita fue ," Lo que vemos nos hace creer que vemos,pero lo que no vemos revela que somos ciegos" . Excelente frase que invita a tratar de ver más allá de lo que vemos con nuestros ojos.
Comentado por: A. Madrigal el 12/8/2015 a las 14:03
Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima, y publicar su primer libro de crítica, La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU, Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert. Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."
Crítica
Transatlantic Translations. Londres: Reaktion Books 2006
Rubén Darío y la lectura mutua. Barcelona: Omega 2004
Caja de herramientas. Prácticas culturales para el nuevo siglo chileno. Santiago: LOM 2000
El principio radical de lo nuevo. Lima: FCE 1997
Retrato de Carlos Fuentes. Madrid: Circulo de Lectores 1995
Arte de innovar. Mexico: UNAM 1994
El discurso de la abundancia. Caracas: Monte Ávila 1992
Una poética del cambio. Prólogo de José Lezama Lima. Caracas: Biblioteca Ayacucho 1992
Reapropiaciones: Cultura y literatura en Puerto Rico. San Juan: EUPR 1991
Gabriel García Márquez and the Powers of Fiction. Austin: Texas Press 1988
Crítica de la Identidad. México: Fondo de Cultura Económica 1988
Cultura y modernidad en la Lima del 900. Lima: CEDEP 1987
Poetics of Change, The New Spanish-American Narrative. Austin: Texas Press 1986
Figuración de la persona. Barcelona: Edhasa 1971
La contemplación y la fiesta. Caracas: Monte Ávila 1969
Ficción
Teoria del viaje y otras prosas. Madrid: Ediciones del Centro 2009
Adiós Ayacucho. Lima: U de San Marcos 2007
Puerta Sechin. Tres novelas breves. México: Jorale Ed. 2005
Habanera. Palma de Mallorca: Bitzoc, 1999; Lima: Fondo PUC 2001
Emotions. Poems. New York: 2000
La mesa del padre. Cuentos. Caracas: Monte Ávila 1995
Ayacucho, Good Bye. Pittsburgh: Latin American Review Press 1994
Ediciones
México Transatlántico. Con Celia del Palacio. México: FCE 2008
Rubén Darío: Poesía. Barcelona: Círculo de Lectores 2007
Carlos Fuentes: Obra reunida. México: FCE 2006
Gaborio. Arte de Releer a Gabriel García Márquez. México: Jorale 2004
"El Aleph" de Jorge Luis Borges, ed. Critica. Con E. del Río Parra. México: El Colegio de México 2008
The Picador Book of Latin American Stories. Con Carlos Fuentes. London: Picador 1998; New York: Viking 2000
Alfredo Bryce Echenique: La vida exagerada de Martín Romaña. Con M.F. Lander. Madrid: Cátedra 2002
Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI. México: Siglo XXI 1997
La Cervantiada. Madrid: Libertarias 1994
César Vallejo: Trilce. Madrid: Cátedra 1996
Julio Cortázar: Rayuela. Con Saúl Yurkievich. París: Archivos 1993
America Latina in its Literature. Con César Fernández Moreno. New York 1984
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