En el reino de Emmanuel Carrère
La primera parte de El Reino, más curiosa y entretenida que fascinante, es sobre los años, a principios de los noventa, en que Carrère fue un católico dedicado, que llevaba un diario sobre su fe, hasta que tuvo una crisis que lo llevó al agnosticismo de hoy. Desde el punto de vista del escéptico, Carrère asume el proyecto como un deseo de tomar muy en serio aquellos dogmas en los que alguna vez creyó: "No creo que un hombre haya vuelto de entre los muertos, Pero que alguien lo crea, y haberlo creído yo mismo, me intriga, me fascina, me perturba, me trastorna". Para ello trata de meterse en la cabeza de esos primeros cristianos capaces de crear las poderosas fábulas que alimentaron al cristianismo. Lo logra, y ahí El Reino engancha y apabulla al lector a partir de la convicción de Carrère de que todos los recursos narrativos sirven: primero, leyendo con minucia los evangelios y a sus exégetas, cotejando interpretaciones y sacando sus propias conclusiones, y luego, cuando le faltan datos, haciendo lo que debe hacer un buen novelista, es decir, inventando: "Sobre los dos años que pasó Pablo en Cesarea no tengo nada. Ya no hay ninguna fuente. Soy a la vez libre y estoy obligado a inventar".
Entre el arsenal de recursos narrativos se distinguen dos, por diferentes razones: está la notable capacidad para describir personajes en pocas líneas, desde el Séneca que escribía libros sublimes sobre el estoicismo a la vez que era un gran banquero, hasta el Marcial que componía epigramas mientras odiaba su vida en Roma, pasando por el "escurridizo" Juan, hasta Lucas, un griego atraído por la religión de los judíos, un "médico culto" y no un "pescador judío"; y está el juego con el anacronismo, con las referencias pop: Lucas es un "poco esnob, proclive al name-dropping", y en cuanto a Pablo, por la forma en que lo expulsaban de los pueblos cuando predicaba, "en una historieta de Lucky Luke se le vería una y otra vez abandonar la ciudad embadurnado de brea y plumas". Las comparaciones funcionan a la vez que le dan al libro un innecesario toque light. ¿O será que Carrère sabe que tanta disquisición metafísica, tanta exégesis, necesita de esos momentos de comic relief?
El Reino es sobre muchas cosas, pero en especial es sobre el poder de la narrativa, de la escritura. El héroe del libro es Lucas, cuyo evangelio tiene los detalles que más quedan, las escenas capaces, por su fuerza, de fundar una religión ("el albergue repleto, el establo, el recién nacido al que arropan y acuestan en un pesebre, los pastores de las colinas..."). Carrère puede haber perdido una de sus religiones, pero este libro demuestra que tiene la fe intacta en la otra, en la del gremio de los narradores.
(La Tercera, 25 de octubre 2015)
[Publicado el 28/10/2015 a las 12:00]
Para mí su mejor libro está entre El adversario y De vidas ajenas. Llegué a El Reino con mucha expectativa, y cuando acabé no supe qué pensar. Sí, es una investigación tremenda, pero llega un punto en que, entre tanta historia y tanto dato, el camino comienza a volverse tortuoso. Una cosa es clara: no emociona tanto como sus otros relatos, y creo que ese, precisamente, es el encanto de Carrere. Por eso tal vez a mí sí me agarró muchísimo la primera parte, y luego empezó a soltarme.
Comentado por: Martín Franco el 30/10/2015 a las 23:16
Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).
Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).
Los días de la peste (2017)
Iris (2014). Alfaguara
Norte (2011). Mondadori
Billie Ruth (2012). Páginas de Espuma
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